Capítulo 34

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— ¿Brandon?

—Lya —susurró el imbécil, —Me enteré que estuviste en el hospital y quise ir a verte. Me dijeron que te habían dado el alta y pues... encontré tu dirección y aquí estoy

— ¿Qué haces aquí? —preguntó Lya con un hilo de voz.

—Quiero volver, ¿abortaste no? Que buena elección, fantástica. Ahora podemos volver a ser felices y olvidarnos de la mocosa que...—mi puño conectó con su cara.

—Cabrón —maldijé por lo bajo.

— ¿Tú quien eres, gilipollas?

—Mami —oí un sollozo, y me giré. Molly nos miraba entre lágrimas en los brazos de Rachel.

—Lya, llévatela —dije, ella asintió y se fue con Molly, —Mira niño bonito, Lya es mi mujer y ¡no abortó! Así que te vas, o te vas —dije furioso.

—Me da igual la mocosa y Lya más, sólo quería un buen polvo, adiós —dijo yéndose y devolviéndome el golpe. Él salió corriendo y Allen me sujetó.

—Dios mío —susurró Rachel. La sangre me caía por mi nariz a chorros.

—Ya está, bebé —oí susurrar a Lya. Me asomé y la vi mecer a Molly.

— Lya —ella me miró y dejó a Molly en la cama, —Tranquila, ya se fue. Ayúdame a curar esto —señalé mi nariz.

—Lo siento, Jared —dijo cogiendo mi mano. Me senté en el inodoro y me curó con cuidado la sangre hasta que cesó.

—Papi —oí decir a Molly. Me levanté y di un corto beso a los labios de Lya. Me sonrió dulcemente y fui hacia Molly.

—Te quiero, pequeña —susurré besando su cabecita, —No dejaré que os hagan daño —dije abrazándola.

—Iré a decir que se vayan —dijo Lya.

—No —sentencie, —Iré yo, quédate —dije levantándome. Ella asintió y la cogí del brazo antes de que se fuera. Quité su camiseta y sus jeans. Ella se sonrojó y aparté sus zapatos. Quité mi camiseta y se la puse.

—Lista, ahora túmbate —dije saliendo por la puerta. Bajé abajo y estaban todos sentados.

— ¿Cómo está Lya? —preguntó Rachel.

—Está bien, Molly sólo estaba llorando. Ahora os pido que os vayáis, no quiero mucho ajetreo con ellas —dije suspirando. Mi madre me abrazó y se fue. Todos se fueron, me fui a la cocina y bebí un vaso de agua. Cerré las puertas y volví arriba.

Ellas estaban durmiendo. Cogí en brazos a Molly y la llevé a su cuna. La arropé y volví con Lya, me quité el pantalón y me puse el pijama —sólo era un pantalón— y me tumbé a su lado. La abracé y ella puso sus manos en mi pecho fornido. Cerré los ojos y besé su frente.

—Buenas noches, princesa —susurré durmiendome.

Lya Thompson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora