Capítulo 20

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— ¡Buenos días! —oí un grito femenino y familiar encima mío. Abrí los ojos y me encontré a Lya y Molly, cada una en una pierna y mirándome con una sonrisa.

—Buenos días —saludé bostezando, —Demasiado buenos diría yo —dije cogiéndolas de la cintura. Las puse encima de mí y me senté. Molly rió y besé su frente.

—Te adora — me susurró Lya en el oído. Ella estaba con sus piernas enredadas en las mías y su rostro pegado a mi mentón.

— ¿Qué hora es? —pregunté besando de nuevo la frente de Molly. Lya miró su móvil y se puso de nuevo encima de mí.

—Las diez de la mañana, pensaba que podíamos ir a pasear al parque los tres juntos —me dijo tímidamente. La miré a la cara y noté una pequeña sonrojez en sus mejillas.

—Voy a ducharme y nos vamos —dijo levantándose. Molly, que estaba encima de la cama, se envolvió en la manta riendo. Oí cómo Lya encendió la ducha y llevé a Molly a su cuna.

Me quité los pantalones y la playera del pijama y me adentré en silencio al baño y cerró la puerta.

— ¿Jared? —no contesté y asomó su cabeza por la pequeña cortina que nos separaba, — ¿Qué haces aquí? ¡Vete! —gritó tapándose el cuerpo.

—Te olvidaste de... —pensé un momento, —Tu champú de frutillas —le dije cogiéndolo del armario de fuera rápidamente.

—Dámelo —ordenó temblorosa.

—Tengo que entrar —le dije acercándome.

—No entres — dijo tapándose más fuerte.

—Vamos preciosa, eres perfecta, ¿de qué te escondes? —silencio, — ¿Lya? —pregunté asustado, —Vale, lo dejaré aquí. Ahora... nos vemos —le dije antes de salir por puerta.

Abrí el armario y cogí unos jean, no tan ceñidos, color vino y una playera blanca, junto con unas botas camperas marrones. Despeiné mi cabello hacia atrás y agarré una chaqueta cualquiera. Por último, me perfumé con Invictus.

—Listo —dije mirando mi reflejo en el espejo. Fui al cuarto de Molly y me la encontré de pie encima de la cuna, —Cuidado, pequeña —le dije alzándola en mi hombro, ella soltó una risita y sonreí. La senté en el cambiador y la cambié por una falda rosa de tul —esas que usan las bailarinas— unas medias blancas calientes, una blusa calentita blanca, unas zapatillas rosas y una chaqueta fina blanca. Le puse una pinza del pelo en su cabello castaño y le eché cuidadosamente colonia de bebé.

—Lista, campeona —le dije poniéndola en mi cuello. Ella se agarró de mi cabello y como vi que Lya no salía, escribí una nota para ella informándole de dónde íbamos a estar.

Salí de mi casa con Molly en mi cuello y me senté en el banco de la entrada. Revisé mi móvil, y vi que tenía dos mensajes y una llamada perdida.

Cariño, ¿en tu casa o en la mía? ✓✓

En ninguna, no repito.

Bien, una menos. Abrí el otro mensaje.

¿Oye repetimos lo de el martes? Soy Rebecca. ✓✓

Que no, pesada. ✓✓

Suspire y borré todos los números excepto el de Lya, mi madre, Allen, David, Luke, la tía Lauren y Elena.

—Jaled papi —miré a Molly y tragué saliva.

—No, cariño —le dije acariciando su mejilla, ella sonrió y la abracé.

— ¿Nos vamos? —apareció Lya delante nuestro. Iba vestida con unos leggins negros, una sudadera rojo vino con el número 22 en blanco, un pañuelo blanco y unas converse blancas. Su pelo estaba suelto y no llevaba maquillaje.

Me levanté poniendo a Molly encima de mi cuello y agarré la mano de Lya sonriéndole.

—Perdón —me susurró. La miré frunciendo el ceño.

— ¿Por qué? —le dije apretando suavemente su mano.

—Por lo de la ducha —dijo abrazándose a mi brazo. La abracé con un brazo y ella sorbió su nariz.

—Bonita, no importa. Eres perfecta, no tienes que avergonzarte de nada —le dije besando su cabeza.

—Es que...no quiero que te asquees conmigo por los daños de mi cuerpo —susurró de nuevo, la miré y vi que tenía la cabeza agachada.

—Me da igual los daños de tu cuerpo, eres preciosa con heridas, y sin ellas. Esas heridas son marcas de guerra, de ser una chica valiente y fuerte —le dije acariciando su suave carita. Noté su media sonrisa y le hice cosquillas con una mano.

—Para —dijo riendo. Oí a Molly reír y la bajé de mi cuello. La sostuve de pie con cuidado y ella anduvo con dificultad a nuestro lado.

—Espera —le dije parándolas en el parque. Nos pusimos a una distancia en el césped del parque fresco, me agaché y vi como Molly sonreía.

—Vamos Molly, ven —la llamé desde lejos.

—Ve con Jared, cariño —le dijo en voz alta Lya. Molly vino corriendo, literalmente, hacía mi y se lanzó a mis brazos.

—Jaled papi —me susurró, me miró y asentí. Ella daba saltitos con dificultad.

— ¿Os olvidáis de mi? —dijo Lya desde atrás con una mirada triste, fingida claramente.

—Claro que no —le dije besándola. Ella sonrió y me devolvió el beso.

— ¡Mami! —oímos el gritó gracioso de Molly, que nos miraba enojada desde abajo. Reímos y la subí a cuello, ella reía, — ¡Sí! —gritó riendo. Le cogí la mano a Lya y me dio un beso en la mejilla.

—Son las doce, ¿a dónde queréis ir? —les pregunté.

—A la guardería —me dijo Lya. Sacó unos papeles de su bolso y fuimos hasta la guardería, donde había niños jugando y chillando. Cogí a Molly y la puse de nuevo en mi cuello. Entramos a la guardería y fuimos a la directora.

—Adelante —oí una voz familiar.

—Hola, vine por lo de la inscripción de la niña —le dijo Lya a mi ex-suegra, Amelia se quedó petrificada mirándome.

—Jared —dijo con sorpresa.

—Hola Amelia —saludé con rabia.

— ¿Os conocéis? —preguntó Lya confundida.

Asentí y Amelia, mi ex-suegra, puso la mirada en Molly.

—Es mi ex-suegra —le dije, — ¿Cómo está Daniela? —pregunté cínico.

—Murió —mierda.

—Lo siento, directora —le dijo Lya. Ella asintió sin más y cogió los papeles que Lya traía.

—Bien, cuando cumpla el año podrá ingresar —contestó con una sonrisa de superioridad.

Maldita vieja.

—Oh bueno, no importa. Gracias de todas formas. Vamos, Jared—me dijo mirándome. La cogí de la mano y sonreí, acto seguido nos fuimos de allí.

¿Daniela murió? Siento su pérdida pero nunca la echaría de menos.

—Lo siento, Lya.

— ¿Por qué? —dijo poniendo una mano delicada en mi pecho.

—Arruiné tu ingreso en la guardería. A esa mujer nunca le gusté, nunca le caí bien —le dije mirando a un niño sonreír.

—No importa. Parecía una vieja amargada —me dijo riendo. Sonreí y la atraje hacia mí mientras volvíamos a casa.

Lya Thompson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora