Me desperté con un dolor de cabeza horrible, me levanté y fui al baño a darme una ducha.
Me desnudé y me metí en la fría ducha. Dejé que el agua cayera por todo mi esculpido cuerpo. Me enjaboné entero y después me enjuagué. Salí con una toalla en la cintura y fui directo a mi habitación.
Cogí unos bóxers negros, unos jeans azules, una playera blanca ajustada, y unos NB negros. Despeiné mi cabello y me perfumé, no cogí chaqueta ya que empezaba a hacer calor.
Salí de la casa y me monté en el coche. Arranqué y conduje hasta la casa de mi madre, Ginger. Me bajé y toqué el timbre.
—Hola hijo.
—Hola mamá, vengo por Molly —le dije pasando adentro.
—Está en el salón —me dijo, asentí y fui allí. Ella estaba sentada viendo unos dibujos animados.
— ¡Pequeña! —llamé a mi pequeñaja. Ella volteó y se puso de pie lentamente. Corrió hacia mí y me dio un beso en la mejilla.
—Papi Jaled —me dijo con su voz infantil. La cogí de la mano y cogí su bolso de cosas, juguetes, etc.
—Despídete de tu abuela —le dije sonriendo, ella corrió a Ginger y la abrazó.
—Atio abela —se despidió, nos fuimos al coche y la monté en su silla de seguridad.
Me subí a mi asiento, y prendí el coche. Mientras íbamos a casa, iba vigilándola por si se quitaba su cinturón. A los pocos minutos, llegamos y la bajé.
—Mamá —murmuró Molly.
—Sí, mamá está aquí —le dije. Ella dio saltitos en mis brazos, y la dejé en el suelo. Abrí la puerta con la llave y Molly pasó casi cayéndose.
—Ve a despertar a mamá —le dije sonriendo, ella se fue y yo dejé las cosas en un mueble del salón. Oí el llanto de Molly desde arriba así que subí corriendo. La vi sentada en la puerta de Lya y sollozando.
— ¿Que ha pasado? —pregunté tomándola en brazos.
—Mama fus fus —me dijo que Lya la había echado.
Llevé a Molly a su cuarto y la dejé jugando en su parque de juguetes. Abrí de golpe la puerta de Lya, subí las ventanas, y corrí la cortina.
— ¿Qué mierda haces? —preguntó abriendo los ojos.
—Evitando que te mueras —le dije cogiéndola en brazos. La iba a duchar por las buenas, o por las malas.
— ¡Eh! ¡Déjame! —dijo moviéndose. Le quité el short del pijama y después la camiseta. Ella estaba poniéndose roja por momentos. Me metí con ella al baño y lo cerré, abrí la ducha, — ¡No, para! —la ignoré y quité sus bragas de algodón. Ella se tapó, y quité la última prenda que quedaba. La tenía desnuda ante mí. La metí en la ducha y forcejeó hasta no poder.
—No saldrás hasta que me digas porque cojones no quieres que vea tu cuerpo —ordené furioso. Ella negó, asentí y le di la vuelta. Su cuerpo era bonito, no tenía los parámetros perfectos que supuestamente deben tener las mujeres, pero para mí era perfecto. Lo que no me esperaba ver eran marcas de lo que parecían ser latigazos.
— ¿Lo has visto? —me dijo con un hilo de voz. Me quité la ropa y me quedé desnudo igual. Entré y ella se volteó, — ¿Qué haces? Vete —dijo nerviosa.
—Lya, me da igual que tengas estrías, arañazos, marcas, como si te falta una pierna. Te quiero por lo que eres, por como tratas a tu hija, por como tratas a mi familia, por como haces cada cosa, por cómo te sonrojas cada vez que te toco más de lo que te han tocado, por cómo te da miedo tocarme, por como ríes y se te forman esos hoyuelos, por cómo luchas por lo que quieres, por cómo te da vergüenza verme desnudo, por como besas, por lo preciosa que eres, y por la pedazo de mujer que me ha tocado tener —dije mirándola fijamente. Ella asintió con los ojos aguados y se lanzó a mis brazos.
—Molly, ¿ha llorado? —dijo subiendo su mano a mi cuello, puse mi mano en su cintura y dio una mueca de dolor. Miré y había un morado desde su cintura hasta su costado de color rojo y morado, y en el otro lado igual.
—Un poco, eso hay que curarlo —le dije poniendo mi mano en su vientre plano, ella sonrió.
—Gracias Jared —agradeció, me encogí de hombros y estampó sus labios con los míos. Le seguí el beso y se puso de puntillas. La puse alrededor de mi cintura y apoyé su cuerpo con los fríos azulejos. Se arqueó y besé su cuello. Me empujó y succionó la misma marca que Megara dejó.
—Marcando territorio —dije riendo.
—Eres mío —me susurró.
—Y vosotras sois mías —susurré dejando pequeños besos en sus labios. Reímos y salí con la toalla envuelta en mi cintura. La envolví a ella en otra y me la llevé en mis brazos hasta la cama.
Le cogí para ella, un conjunto de ropa interior negra de algodón, unos leggins negros, una blusa de manga corta, y unas chanclas de estar por casa. Yo cogí unos pantalones de chándal grises, una playera ajustada verde y unos deportivos desgastados.
—Deberías pedirle perdón a Molly —le dije cogiéndola de la cintura suavemente. Ella asintió y fuimos a la habitación de Molly.
—Mi amor —la llamó Lya, Molly ni la miró. Lya se acercó y la abrazó, —Perdóname, estaba enfadada con Jared —le dijo, la pequeña asintió y la abrazó.
—Papi Jaled —me llamó Molly. Fui a su lado y puse a Lya en mis piernas y su espalda en mi pecho.
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Lya Thompson
Romance- ¿Morirías por mi? Le dije en un acto de rebeldía. - ¿Morir? Es muy fácil, instantáneo. Viviría por ti, vivir es más complicado, es más nosotros.