Capítulo 44

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— ¿Llamaste ya a la policía? —preguntó Nicole, asentí y suspiré.

—Tranquilo hijo.

— ¿¡Cómo quieres que esté tranquilo si por mi maldita culpa ellas están así?! ¡Quiere matarlas y si se mueren ellas, yo voy detrás! —grité furioso.

— ¡Cálmate! —sentí un golpe en toda la nuca y me volteé para ver a mi hermana furiosa, — ¡La policía acaba de llegar!. —gritó, varios oficiales estaban mirándome.

—Hola, Jared Black —me presenté. Ellos estrecharon mi mano.

—Oficiales, David Hurts —señaló a su compañero, —Y yo Dean Maxwell —dijo sacando unas máquinas. Varios oficiales entraron detrás junto a un informático.

—Bien, explíquenos lo ocurrido.

—Ayer me llamó un número desconocido, lo cogí, y una voz masculina dijo que... —les conté todo y ellos conectaron mi móvil a un aparato junto a un portátil.

—Me dijo que me llamaría para saber donde entregaría el dinero.

—Es una estrategia, seguramente le pagarás y te matará en el acto —dijo el oficial Maxwell.

(...)

Habían pasado 24 horas y ya estaba desesperado. No habían encontrado nada y yo... no sabía qué hacer. Me sentía un puto impotente.

—Está llamando —dijo el informático, Warren. Corrí y antes de cogerlo, lo miré.

—Cógelo y hasta que yo no te diga no cuelgues —dijo, asentí y lo cogí.

— ¿Si?

Hola Jarecito.

— ¿Que quieres ahora?

Lya está conmigo en estos momentos, creo que tuvimos una buena sesión de sexo oí un quejido, ¡Cállate perra!

—No le pegues, por favor. Haré lo que quieras pero no las toques, a ninguna.

—Oh, qué bonito. Me habéis conmovido, te dejaré un minuto con ella —oí unos ruidos y quejidos, —¡Habla!

—Lya —susurré. El informático asintió para que pudiera seguir hablando.

—J-Jared, lo siento... —susurró, no se oía casi y notaba dolor en su voz, —Te quiero.

—Te rescataré, Lya. Por favor, mantén la calma, cuida a nuestro bebé, por favor —susurré preso de las lágrimas.

—Te amo —susurró, — ¡Qué bonito, chicos! Lástima que no haya final feliz en este cuento.

—Dónde y cuándo.

—Mañana, a las una de la tarde. En el polígono de al lado de la casa abandonada de Home Street —dijo.

—Bien —el informático me hizo una seña para que colgase, y así lo hice.

—Se encuentra en la antigua fábrica de plásticos a unos kilómetros de aquí. Más o menos unos... 18 kilómetros, está cerca —dijo.

—Atacaremos hoy, no esperáremos a otra muerte. Hurts pide refuerzos y que vengan los antidisturbios —ordenó Maxwell.

—Yo voy —dije decidido.

—Tú no —ordenó, —Es peligroso.

— Iré quiera usted o no, mis hijos y mi novia están ahí, a la merced de un hijo de puta, tenga por seguro que iré.

— Bien, aquí tienes —me tendió un arma y fuimos a la furgoneta policial.

(...)

Habíamos llegado al almacén donde estaban Lya y Molly.

—Entrad la mitad por detrás y la otra por delante. Tu quédate con esto —dijo extendiéndome un Walkie. Lo cogí y me puse un chaleco antibalas y encima una chaqueta.

—Entraremos por donde la metieron, mediante una entrada lateral. Si la encuentras avísame, y yo haré lo mismo. Tú a por la niña, yo a por tu novia —dijo, asentí y empezamos a andar por dentro.

—Maxwell —él me miró, —Gracias —dije entrando por la lateral con él. Nos separamos y caminé en silencio. Vi a alguien hablar con una mujer.

—La mataré, me quitó a Jary —dijo ¿Melania? Se acabó, apunté y disparé con él silenciador a ella, cayó muerta y después disparé al hijo de perra que se encontraba con ella.

Fui abriendo habitación por habitación hasta llegar a la última.

Molly, estaba allí.

—Pequeña —susurré, cogí el Walkie y lo encendí.

—La tengo Maxwell —dije mirando hacia atrás.

—Y yo también, se encuentra mal y... tienes que verla —dijo al otro lado.

—Nos vemos fuera —dije guardando el Walkie, cogí en brazos a Molly y la abracé. Salí mirando a todos lados de ese almacén y vi a Nicole y Allen esperándome en el coche patrulla. Le entregué al bebé y les dejé una pistola.

—Allen, te dejo a cargo, cuídala cómo a tu propia vida —dije cerrando la puerta con seguro. Volví dentro y empecé a oír disparos y gritos. Vi a los antidisturbios disparar bruscamente y entré abriendo las puertas.

Brandon y cuatro policías disparando.

—Hijo de puta —dije golpeando su cabeza con mi pistola.

— ¡Quedan dos! —gritó un policía saliendo, sentí un dolor en mi estómago y vi que había un hombre delante de mí. Me disparó de nuevo y grité de dolor falsamente, dolía joder, pero no tanto. Le disparé y pegué un tiro en la cabeza de Brandon.

—Sal fuera —dijo un antidisturbios. Salí del almacén y sentí un pinchazo en mi brazo, otro disparo. Grité de dolor y me apreté el brazo.

— ¡JARED! —gritó Maxwell, allí estaba Lya metida en una ambulancia y siendo atendida.

—Subo también. ¡Allen cuídalas! —grité fuerte. Entré en la ambulancia y cogí la mano fría de Lya. Estaba pálida, y su cuerpo estaba muy bestialmente golpeado.

—Te pondré esto, voltéate un poco —dijo un paramédico. Lo hice y me vendó el brazo tras ponerme una inyección. 

Lya Thompson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora