Escena extra, capítulo veinte

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La respiración ralentizada de Camila chocaba contra mi cuello, los mechones rojo de su pelo se extendían por mi pecho, la tenía casi sobre mí, acurrucada contra mi cuerpo con una naturalidad que me mantenía pensativo. Aunque todo era una novedad, se percibía distinto, como que si dormir con ella fuese cotidiano.

Me removí un poco incómodo, la cama de Nicole era demasiado pequeña. De todas las posibilidades existente, jamás contemplé terminar acostándome con Camila en el cuarto de mi hermana. Estaba seguro de que de llegarse a enterar, se iba a convertir en otro problema más que no íbamos a poder solucionar con facilidad.

El largo suspiro de Cami me hizo voltear para observarla, continuaba dormida con profundidad, luciendo tan dulce que contrastaba la imagen que mi mente tenía de ella. Respiré hondo adaptándome al peso de su cabeza sobre mi brazo, no había manera de alejarnos demasiado, el espacio era absolutamente limitado.

A pesar del agotamiento que padecía no podía dormirme, me sentía como un niño en navidad después de haber recibido el regalo que tanto esperó. Mi entusiasmo era tal que me vi tentado a despertarla de nuevo, lo único que detuvo mi impulso fue recordarla quejándose de lo poco que iba a dormir, mencionó algo de su cutis y de lo importante que era descansar.

Cada célula de mi cuerpo seguía reaccionando a su cercanía, quería una dosis extra de Camila, de sus gemidos que terminaron siendo igual de altos que sus quejas. En esos escasos minutos comprendí que podía hacerme adicto a ella, a sentirla, a tocarla, a cogérmela sin cansancio muchas veces más. En el fondo sabía que esa necesidad podría traerme graves problemas, sin embargo evité contemplarlos.

Había esperado mucho por ese momento, fantaseado demasiado con quitarle la ropa y poder hacerle todo lo que quería, aun así, lograrlo no me supo a victoria, no se fue como un triunfo personal. Me sentía afortunado por como se dieron las cosas, ella había decidido liberarse al fin, pese a los miedos que no la abandonaban, y los cuales podía notar en su mirada.

Me quedé dormido abrazado a ella con todo y la incomodidad que me producía tener su peso encima. El cansancio terminó doblegándome tanto que no despertar la mañana siguiente, fue sumamente complicado. Después de varios minutos de escuchar como sonaba la puerta pude abrir los ojos, el pelo de Camila estaba sobre mi cara, y una de sus piernas sobre las mías. La aparté con cuidado un poco aturdido por el sonido que se estaba convirtiendo en cada vez más intenso.

—¡Pablo! —gritó mi mamá sin dejar de tocar.

—Ya voy.

Volteé comprobando que Camila continuara dormida mientras me ponía algo de ropa. A pesar de estar adormilado tenía claro que la situación era un tanto incómoda. Mi mamá solía ser un tanto moralista, desde la primera noche que llegamos, me había advertido que no aprobaba que durmiera en el mismo cuarto que Camila.

En cuanto abrí la puerta noté el gesto de enojo en su rostro, negó observando de pies a cabeza antes de ofrecerme el teléfono.

—Buenos días, mamá.

—Te han llamado muchas veces, varias secretarias y tu asistente, dicen que no respondes el celular. Acabo de colgar con Benjamín, él también te habló debes comunicarte con urgencia con Milena, o eso fue lo que le entendí.

—Mi teléfono está apagado, olvidé cargarlo.

—Date prisa, tienen más de una hora queriendo hablar contigo. Pensé que estabas dormido profundamente hasta me preocupé, tuve que entrar a tu cuarto para comprobar que no estabas ahí.

—Cami le tiene miedo a la oscuridad, los cortes de energía la pusieron nerviosa y vine a acompañarla.

—Pablo, Pablo —pude ver como contenía la risa antes de que volteara y me diera la espalda, su seriedad disminuía siempre conmigo.

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