Escenas extra capítulo trece y catorce

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Giré el pomo de la puerta sin vacilar, siendo consciente de que lo que estaba haciendo era demasiado arriesgado. No tenía idea de cómo iba a reaccionar Camila al verme ahí, justo en el umbral como un maldito acosador.

Respiré hondo mientras empujaba lentamente la puerta, llevaba mucho tiempo rondando el pasillo sin atreverme a hacer algo más. Estar a punto de finalmente ceder a mis impulsos me alteró la respiración.

Asomé la cabeza sin temor, percibiendo como cada músculo de mi cuerpo se tensionaba debido a la antelación del momento. No tuve que esperar mucho para ver a Camila, salió del baño envuelta en una toalla que se veía ridículamente grande en ella. Erróneamente había asumido que ya no podría impresionarme más, el par de veces que la vi medio desnuda sin que se diera cuenta, no se asemejaban a lo que estaba sintiendo en ese momento.

El saber que estaba completamente desnuda bajo mi toalla y, en mi habitación, me calentó la sangre, me despertó el líbido, y ensordeció mi consciencia. Tragué en seco observando cómo me daba la espalda, ella sabía que estaba ahí, podía intuirlo en cada uno de sus sutiles movimientos. El aire se volvió denso en cuanto dejó caer la toalla, quedando completamente desnuda.

Me sujeté a la puerta como si necesitara soporte en ese momento. En mi vida había estado envueltos en muchísimas situaciones de índole sexual, ninguna tan intensa como aquella, Camila me estaba mostrando algo que quería, provocándome con sutileza y astucia. Clavé los ojos en la su cuello que dejó libre para que lo observara mejor, su piel blanca y con una que otra peca me parecía irresistible. Deslicé la mirada por su espalda, apreciando cada curva que se realzaba al final de esta.

En ese instante deseé ser más audaz, cruzar la habitación,y azotar gentilmente el culo redondo y atractivo que tenía, solo para escuchar como se quejaba falsamente por mi atrevimiento. Retuve el aliento disfrutando de lo que estaba viendo, buscando un poco de control para quedarme en mi sitio.

En el momento que observaba con atención el lunar al final de su espalda, ella volteó sutilmente, sin fingir sorpresa al notar mi presencia. Por un segundo tuve esperanza, al verla girar totalmente. Mantuvo la toalla pegada contra su pecho con la palma de la mano, sin molestarse en enrollarse, permitiendo que las curvas de su cuerpo quedaran expuestas a su totalidad.

Al verla caminar hacia mi con la toalla a punto de caer, me esforcé por recordar en donde estaban los últimos condones que me quedaban en casa, estaba convencido de que ese era mi día de suerte. Hasta que al estar a unos cuantos pasos en lugar de tomar mi mano y hacerme entrar, azotó la puerta en mi cara.

Solté una risotada honesta antes de apoyar la frente en la puerta, Camila sabía jugar conmigo, era la primera vez que me sentía así, cazado por una astuta e inocente virgen. Desprenderme de la imagen de su cuerpo desnudo fue difícil, deambulé por mi departamento intentando pensar en otra cosa que no fuese ella recostada en una cama, retorciéndose mientras me la comía a besos.

El lapso que transcurrió para que finalmente saliera de mi habitación lo percibí lento. Sus pasos resonaron en mi cabeza hasta que finalmente estuvo frente a mí, si dijo algo no pude escucharla, estaba abstraído en ella, en su sonrisa coqueta, en el brillo de sus ojos y cada gesto en su rostro. La boca de Camila era mi perdición, sus labios voluminosos me atraían como si fuesen un imán.

Di un par de pasos hasta acotar por completo la distancia entre los dos, casi sin quererlo la acorralé a una pared para besarla de la forma en la que se me antojaba. Aquello estaba lejos de ser un gesto suave e insinuante, la besé con todo el hambre que tenía por ella. Era un beso sexual, lleno de perversión y promesas indecentes. La energía que emanabamos juntos era tan intensa que me vi obligado a detenerme, por un momento temí cruzar los muchos límites que ella me había impuesto.

Escenas extra Malas IntencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora