Escena extra, capítulo veintinueve

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Se respiraba una tensión extraña en el ambiente, el nerviosismo de Amelia era tan perceptible como la felicidad de Camila, que no dejaba de abrazar a su papá. Antes de esa tarde nunca había estado frente a frente con el señor que me observaba con recelo. Me tomé el tiempo de analizarlo con detenimiento mientras él se dedicaba a abrazar a su hija; la diferencia entre ambos eran notorias. Cami era muy parecida a Amelia, pensé que no había un solo rasgo que compartiera con su padre, hasta que mis ojos se encontraron con los de él, la mirada despectiva que Camila le dedicaba a las personas cuando estaba enojada, era la misma que su papá me estaba ofreciendo.

Tomé asiento siguiendo la indicación silenciosa de Amelia, sin saber que esperar de la charla que estaba a punto de tener. Lo único conocía del papá de Camila hasta ese momento, era que se llamaba Andrés, hizo dinero en el sector bancario, y que adoraba a su hija más que cualquier otra cosa en el mundo. Intenté relajarme mientras aguardaba con paciencia Cami nos dejara solos, como su papá se lo había pedido.

—Te extrañé mucho —la escuché susurrar.

—Yo también a ti. Ve con tu mamá, que te prepare algo para que te calmes.

Cami se soltó del abrazo poco a poco, volteó y me sonrió reflejando alegría pese a tener los ojos llorosos.

—¿Quieres un café, un té o algo? —su gentil pregunta pareció molestar a su papá, que se aclaró la garganta. Negué al mismo tiempo que alargué el brazo para ofrecerle mi mano que tomó sin dudas—. ¿En serio no quieres nada? Puedo prepararte algo —insistió, luego de que le besara la mano.

—Muchas gracias, belleza. Estoy bien así.

La sonrisa que me regaló Camila pareció tensarlo más, respiró hondo mientras seguía con la vista los pasos de su hija, hasta que se perdió en el pasillo que conducía a la habitación. De inmediato buscó un contacto visual que ya estaba esperando, le sonreí afable, esperando mermar la incomodidad del momento.

—Pablo —dijo en un tono reflexivo—. Llevo meses escuchando de ti, mi esposa que comentó de tu intención de hablar conmigo, pero a como comprenderás aquel no era el lugar.

—Lo entiendo.

—Hay algo que me gustaría aclarar antes de conversar contigo acerca de Camila —me quedé callado esperando que continuara hablando, en ese momento identifiqué algo de Camila en él, ambos eran directos—. Los abogados prevén que en más o menos dos meses se arregle el asunto de las cuentas bancarias que se pudieron recuperar, han hecho un trabajo excelente. En cuanto todo se resuelva me haré cargo de devolverte la cantidad de dinero que costó mi trámite legal.

—No es necesario —respondí de inmediato.

—Claro que lo es, no me gusta deberle nada a nadie, menos que las cosas puedan malinterpretarse. No quiero dejar a mi hija en una situación comprometedora por aceptar tu dinero.

—Créame que no la deja en ninguna situación comprometedora, le ofrecí ayuda a Amelia sin ningún interés que no fuese la tranquilidad de ambas. Camila ni siquiera lo sabe.

Se quedó en silencio por varios segundos, como si estuviera analizando lo que acababa de escuchar. Tras aclararse la garganta se irguió sobre el sillón, adoptando una postura más firme.

—¿Cómo conociste a Camila? No se mueven en el mismo círculo, le llevas muchos años... todo esto me deja un poco pensativo.

—En la agencia en la que Camila trabaja, un amigo es el dueño.

—Seré honesto contigo. Creo que te aprovechaste de la vulnerabilidad en la que se encontraba mi hija para acercarte.

Su respuesta hostil me dejó sin palabras por un breve rato, aquella fue una acusación que consideré infundada.

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