México, agosto 2017.
El ruido del tráfico hacia que fuese un poco difícil escuchar el tono de espera del teléfono. Marqué una vez más esperando tener más suerte mientras Horacio buscaba una vía en donde pudiéramos desplazarnos con mayor rapidez.
—Lucy —dije cuando al fin respondió—, ¿cómo estás? ¿Sabes dónde está Camila?
—Hola, Pablo. No lo sé, tenía que ir a una reunión de una marca con Mariano. Hoy me quedé en casa, estoy resfriada.
—Lo siento, no tenía idea de que estabas enferma.
—No te preocupes —hasta ese momento noté su voz afectada—. ¿No las has llamado?
—Un par de veces, su teléfono está apagado. Supongo que se quedó sin pila.
—O tal vez aún está en la reunión y por eso lo apagó. Si me llama le diré que se ponga en contacto contigo.
—¿Todo está bien con ella? —pregunté sin poder restringir mi curiosidad—. La he notado un poco estresada en casa, ¿Mariano la está presionando?
—¿Te contó lo qué pasó con lo de España? Seguro por eso la notas así. Estaba molesta cuando se enteró de que quedó fuera. Mariano está siendo un poco comprensivo con ella por eso.
—Gracias, Lucy. Cuídate mucho.
Tras colgar fijé la vista en la ventanilla, un poco distraído. Se estaba volviendo costumbre que Camila desapareciera de esa forma, su trabajo la absorbía poco a poco, dejándome a mí cada vez más relegado. Contradictoriamente, ella solía reclamar mi atención que siempre le daba, Cami quería que estuviera siempre para ella, no obstante, ella pocas veces estaba para mí.
Sonreí con amargura al ver una inmensa imagen de su rostro en medio del camino, había emociones encontradas cada vez que me topaba con espectaculares con sus fotos, o la veía en algún comercial. Me sentía orgulloso de ella y todo lo que estaba logrando, pero también ajeno a la mujer que brillaba frente a los reflectores.
Me despedí de Horacio evitando mostrarme desanimado. Mientras bajaba del coche bostecé una vez más, me encontraba agotado, la carga de trabajo había disminuido mis horas de sueño. Aunque seguía sin saber nada de Camila, lo único en lo que pensaba era en dormir. Salí del elevador entre bostezos, sentía que no podía permanecer despierto.
—¿¡Golfo!?
El grito de Cami me tomó por sorpresa, subí con prisa, pese a mi cansancio.
—¿Sí?
Verla semidesnuda despejó mi mente adormilada, entré a la habitación con prisa, mostrando el entusiasmo que me generó aquel recibimiento. Sonrió negando mientras acortaba la distancia, me ofreció un beso corto, para después voltear y encaminarse hacia el clóset.
—Te estaba esperando. Ponte esto —ordenó lanzando la ropa hacia atrás, como si supiera que la estaba siguiendo—, debemos salir.
—Hola, Cami. Yo estoy bien, gracias por preguntar. Si, te disculpo por apagar el teléfono aunque hubiéramos quedado en ponernos de acuerdo para cenar fuera.
—Olvidé encenderlo. Lo apagué cuando entré a uno reunión con Mariano —explicó, volteó para acercarse y abrazarme como no lo había hecho—. Lo siento, estuve muy ocupada, olvidé la cena, olvidé comer, olvidé tomar agua, fue un día de locos. De verdad tienes que cambiarte.
Salí del clóset para ir directo a la cama, me dejé caer en ella ignorando a Cami que continuaba hablando.
—Lo siento, pero no pienso salir a ningún lado. Estoy muerto, voy a tomar una siesta.
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Escenas extra Malas Intenciones
RomanceUna joven y ambiciosa modelo dispuesta a todo para alcanzar el éxito, incluso a conquistar al peor de los mujeriegos que puede lanzarla a la fama o hundir su carrera. Escenas extra de Malas Intenciones narradas por Pablo.