Escena extra, capítulo veintitrés

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Los labios de Camila se movían indicándome que estaba hablando, sin embargo, no podía escucharla. Mi atención estaba en el camino de pecas que comenzaba en su cuello y se perdía dentro de sus pechos, tenía el deseo absurdo de contarlas sin importar el tiempo que me llevaría en ello.

—Pablo, te estoy hablando.

—Perdón —me disculpé sin poder levantar la vista del todo, me encontraba hipnotizado y ella demasiado entretenida con mi cara para darse cuenta—. ¿Qué decías?

—Que te tienes que lavar la cara en quince minutos. Deberías ponerte una crema hidratante todas las mañanas, a tu edad el cuidado de la piel es una obligación.

El sonido de su risa contrarrestó la seriedad que me dejó su comentario. Acortó la distancia de nuestros rostros estirando los labios de manera graciosa para ofrecerme un beso que por primera vez rechacé, su carcajada se cortó al instante, quiso levantarse de mi regazo obligándome a actuar rápido. La sostuve con fuerza para mantenerla sobre mis piernas tal y como había estado, aún sabiendo que se iba a negar busqué la forma de besarla hasta conseguirlo. La cosa extraña que puso sobre mi cara se embarró en la suya en cuanto al contacto se volvió más profundo.

—Cami, duele —me quejé después de que tirara de mi pelo para obligarme romper el beso.

—Mira el desastre que hiciste, no te tomas nada en serio.

Me estaba acostumbrando a sus constantes quejas, por ello opté por no abrir la boca y dejarla refunfuñar mientras caminaba hacia el baño para lavarse la cara. Solía molestarse seguido, pese a ello me encontraba encantado con ella, lo que diferenciaba a Cami de cualquier otra mujer con la que me relacioné antes, era su manera directa de abordar las cosas, si algo no le gustaba lo decía de inmediato, no solía fingir sonrisas, ni buscar mi agrado siendo falsa, cada gesto de ella era auténtico, hasta ese interés por mí que trataba de ocultar sin ser demasiado buena en ello.

—¿Ya pasaron quince minutos? —pregunté en cuanto regreso.

—No han pasado ni diez, relájate. ¡Pablo, no arrugues el rostro con la mascarilla puesta! Se te marcarán más líneas de expresión.

—¿Por qué te dejé hacer esto? —El tono lleno de fastidio en mi voz la hizo reír, se acercó de nuevo a paso lento, hasta sentarse sobre mis piernas.

—Deberías estar agradecido conmigo, te estoy quitando varios años de encima.

—Puedes quitármelos de otra manera.

La sonrisa que contenía se dibujó poco a poco, fijó su vista en la mía antes de mover las manos hacia mi pelo y pasar los dedos en medio de este. La calidez en su mirada apareció en segundos, todavía me resultaban desconcertantes esos momentos, no estaba acostumbrando a ese tipo de sentimientos, asimilarlos y entenderlos me era extraño, pero agradable.

—Tus insinuaciones regresaron, ya estás más animado.

Asentí comprendiendo que su presencia en ese momento, solo tenía un propósito, hacerme sentir bien. Cerré los ojos al mismo tiempo que recostaba la cabeza en el respaldo, relajarme fue sencillo, la caricia lenta de Cami y el agradable aroma de su perfume aceleraron el proceso.

—Perdón por el momento desagradable que tuviste que presenciar, me habría gustado ahorrarte esa molestia.

—No fue tu culpa, tu hermana de verdad está loca... Lo de que te aferras a Lu para no sentirse solo, es una estupidez. Se nota lo mucho que la quieres, y ella te quiere a ti.

—La adoro, Nicole lo sabe, todo lo que dijo hoy fue para hacerme sentir mal.

—No la soporto. Es la persona más grosera y agresiva que he conocido.

Escenas extra Malas IntencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora