Escena extra, capítulo nueve

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—¡Tío!

El grito de Luciana sobresaltó a todos los niños que estaban a su alrededor. Saltó un par de veces al mismo tiempo que aplaudía evidentemente contenta mientras la profesora intentaba controlarla. Mi día que había sido un completo desastre, mejoró apenas escuché la dulce voz mi Lu, que me observaba con los ojos brillantes.

Avancé sin poder apartar la vista de ella, había logrado convencer a su profesora de soltarla para correr a mi encuentro. Me incliné preparado para sujetarla, riendo contagiado por el dulce sonido que salía de sus labios. Sus cortos brazos me rodearon el cuello mientras la levantaba del piso.

—Sorpresa, Lu.

—Tío —repitió en voz baja.

Apretó más los brazos alrededor de mi cuello, evidenciando lo emocionada que se encontraba. Valía la pena meterme en problemas cuando ella reaccionaba así al verme.

—Te llevaré a casa.

—Como lo prometiste.

Besó mi mejilla repetidas veces mientras caminaba con ella entre mis brazos hacia donde estaba la maestra, sujetando la mochila y lonchera de Luciana, que dejó olvidadas al correr a buscarme.

Tomé sus cosas con mi mano libre, Luciana tendía a no bajar de mis brazos cada vez que nos mirábamos, sus pequeñas manos hacían caricias en mis mejillas mientras me contaba entusiasmada como le había ido en su partido, el que me había perdido. La puse en los asientos traseros de mi auto, asintiendo a todo lo que salía de sus labios.

—Tenemos media hora juntos —comenté viendo mi reloj. Me esforzaba por sonar animado, por muy triste que fuese la situación.

—¿Y Jessica?

—Hizo lo que le pediste. Te esperará en casa.

—¡Es la mejor niñera del mundo! —gritó entusiasmada. Me tapé los oídos provocando que riera al instante.

—Lu, sé que eres lista pero debo recordarte...

—Esto es un secreto —me interrumpió—. Ayer te extrañé mucho.

La observé pero el retrovisor, contemplando el semblante triste en su rostro angelical, no comprendía como Nicole la hacía pasar por eso, a Lu también le dolía nuestro distanciamiento.

—Yo también te extrañé mucho. Llamé a tu entrenador para saber cómo te había ido, me contó que lo hiciste bien.

—No anoté ni un gol.

—¿Sabes qué significa eso? —pregunté volteando para verla por breves segundos—. Tenemos que entrenar más, te acompañaré el próximo día que tengas práctica. Le dirás a Jessica que me avise.

—¡Si! —dijo riendo emocionada.

—No tenemos mucho tiempo, quería comer contigo, muero de hambre.

—¿No podemos hacerlo?

—No, mi amor.

—¿Y comprar un helado tampoco podemos?

—Claro que podemos, te llevaré por uno antes de llevarte a casa.

—Pero uno normal, no quiero de esos que comes tú.

Asentí riendo, accediendo a todo lo que pedía esa niña que quería tanto. Lu y yo teníamos un vínculo fuerte que surgió de forma natural, desde que era una tierna bebé mostró un apego profundo hacia mi que era correspondido. La adoraba, su existencia había cambiado mi vida para bien.

La llevé por el helado que había pedido, disfrutando de su compañía que extrañé tanto. Escuchando su tierna voz olvidé que tenía hambre, y las muchas cosas que tenía pendiente en la constructora. El tiempo se nos fue volando como cada vez que estábamos juntos , en cuanto terminó su helado la llevé directo a casa, a pesar de anhelar pasar más tiempo con ella.

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