Escena extra, capítulo Veinticuatro

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—Pablo.

Me detuve en medio de la recepción de Look tras escuchar la voz de Gabriela. No era extraño que estuviera en la agencia, solía visitar a su hermana con frecuencia, lo poco usual era ese entusiasmo que manifestó al verme. Se acercó apresurada y me ofreció un beso sonoro en la mejilla antes de sonreírme.

—Gabi, de haber sabido que veníamos al mismo sitio me habría ofrecido a traerte.

—Eres muy lindo.

Ver su sonrisa me hizo intuir que había malinterpretado mi amabilidad, fingí una sonrisa en los labios mientras la observaba, no estaba acostumbrado a lidiar con situaciones así, cada vez que una mujer se mostraba interesada en mí, la abordaba de inmediato. Mantener la distancia era novedoso e incómodo.

—Cami me está esperando, te veo después.

—Espera —apretó mi brazo derecho reteniéndome a su lado—. Camila tiene un par de trabajos que hacer, seguro te pedirá ayuda como siempre, si quieres me puedo hacer cargo.

—No, no te preocupes. Disfruta de tu tarde libre.

—En serio no hay problema, todos están teniendo una semana pesada en la constructora, supongo que estás cansado, no es necesario que te desgaste con un trabajo de Camila, yo puedo hacerlo.

Mi incomodidad no me dejó reaccionar rápido, tomé su mano que seguía alrededor de mis brazos, y la apreté con suavidad al mismo tiempo que le sonreía, pretendía que aquella caricia fuese como un gesto fraternal, que me observara casi con devoción fue inesperado.

—De verdad te lo agradezco, aprecio mucho tu iniciativa, pero prefiere que te tomes la tarde libre.

La sonrisa se desdibujó de sus labios, ladeó el rostro para ver a su hermana que había aclarado la garganta y suspiró. No esperé a que dijera o hiciera algo más, me despedí apresurado, fingiendo que veía mi reloj para lucir más impaciente por marcharme.

Desde que Camila estaba conmigo, caminar por Look era angustiante. La sola posibilidad de que alguna modelo me saludara me ponía nervioso, me sentía vigilado y al mismo tiempo prejuzgado. Cualquier gesto podría ser malinterpretado, por ello evitaba llegar a la agencia. Fui directamente al salón donde Cami me indicó que me iba a esperar, rehuyendo de las modelos con las que me topaba para no saludarlas. Pensé que estaba a salvo cuando crucé la puerta, no esperé que la mirada de la mayoría de las mujeres que estaban ahí, se fijaran en mí.

Un sujeto más afeminado que Mariano, aclaró la garganta al verme, dio dos palmadas en el aire atrayendo la atención de las más de diez modelos dentro del salón. Antes de que mi presencia las interrumpiera, todas caminaban frente a una pared de espejos, siguiendo al tipo que parecía un instructor.

—¿Por quién viene este guapo?

El murmullo de las risas fue la respuesta a la pregunta del sujeto que, no dejaba de sonreírme.

—Por mí —respondió Benjamín que acababa de entrar, las risas se hicieron más fuertes y fue entonces que reconocí la de Camila, estaba tras un par de sus compañeras que con sus alturas lograban ocultarla—. No te esperaba, pero ya que hiciste el milagro de aparecerte, necesito que hablemos, vamos a mi oficina.

—¿Te urge? Puedo pasar a verte en la noche después de cenar con Cami.

—Buena idea, así hablamos con más calma, sin la mirada de tu esposa encima, nos está vigilando —susurró apoyando el brazo en mi hombro.

A Benja le divertía ese tipo de situaciones, aprovechaba cada oportunidad que se presentaba para hacer bromas referentes a mi relación con Camila, y el supuesto sometimiento del que era víctima, según él.

Escenas extra Malas IntencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora