—¿Me estás viendo los pechos?
—Estoy contando tus pecas.
Escupió el jugo que tenía en la boca a causa de la risa que le provocó mi respuesta, me era refrescante verla riendo de esa forma, usualmente su mal humor hacía aparición todas las mañanas.
—¿Cuántas tengo?
—Conté trece, pero tienes más —cerré los ojos fingiendo un esfuerzo para recordar. La conocía a la perfección, sabía que eran dieciocho distribuidas por ambos pechos—. Son dieciocho.
—Eres un enfermo —dijo entre risas.
—Sí, tengo Camidependicia.
Su teléfono vibró sobre la mesa acabando con el buen momento que compartíamos. Resoplé lanzando la servilleta de mala gana al escucharla decir: bebé. Mariano tenía la especialidad de arruinarme la mañana.
—Debo irme —anunció tras colgar—. Se me está haciendo tarde para ir a entrenar.
—¿No se suponía que ibas a trabajar en tu tesis con Gabriela?
—Comeré con ella para hablar de eso. Me voy, golfo.
—¿Saldrás vestida así?
—Sí, ¿por?
—Porque estás medio desnuda.
Mi respuesta le pareció graciosa, soltó una risa irónica al mismo tiempo que tiró del diminuto top que estaba usando, permitiendo que sus pechos se resaltaran aún más.
—Debemos trabajar en esos celos. Te veo en la noche, haré lo posible para llegar temprano, podemos hacer algo juntos, elige tú... Algo que no sea compartir luz —agregó al verme a la cara.
—¿Te vas sin despedirte?
Había dado unos cuantos pasos para buscar la bolsa deportiva con la que salía todas las mañanas cuando mi pregunta logró que se detuviera. Volteó para rodear la mesa y finalmente acercarse a mí, de inmediato eché la silla hacia atrás, dejando el espacio despejado.
—Desperté mucho más temprano para hacerte el desayuno. Valórame y come.
Asentí esperando la oportunidad que estaba buscando, en cuanto agachó el rostro para darme un beso, sostuve su cintura obligándola a sentarse sobre mis piernas. No le di tiempo de reaccionar, la apresé con mis brazos para evitar que se moviera y busqué sus labios, hambriento de ella.
Los débiles empujones contra mi pecho no me detuvieron, le comí la boca en un beso que ella permitió profundizar solo unos segundos después. En cuanto quise removerse, tensé los brazos usando más fuerza para retenerla a mi lado, dejarla ir no era una opción. Se relajó poco a poco, en medio de un beso demandante que me devolvía con la misma intensidad.
Sus manos que habían estado empuñadas comenzaron a acariciarme el pecho, propiciando que mi agarre se debilitara. Aprovechando su cooperación, deslicé los labios por su barbilla, repartiendo besos hasta detenerme en su cuello.
—Debo irme —susurró debilitada—. Pablo, en serio debo irme.
—Puedes irte.
Se puso de pie en cuanto mis brazos dejaron de rodearla, acaricié una de sus piernas mientras ella se inclinaba para besarme las mejillas. Su respiración estaba acelerada, pude notar como su piel se erizaba, por ello no desistí. Seguí tocándola, reteniéndola con cortos besos que lograron ablandarla. En menos de lo que esperé la tenía de nuevo sentada sobre mis piernas, rodeándome el cuello con sus brazos en un gesto claro de consentimiento.
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Escenas extra Malas Intenciones
RomanceUna joven y ambiciosa modelo dispuesta a todo para alcanzar el éxito, incluso a conquistar al peor de los mujeriegos que puede lanzarla a la fama o hundir su carrera. Escenas extra de Malas Intenciones narradas por Pablo.