Escena extra, capítulo treinta y cuatro

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—¿Por qué este lugar parece la villa de Santa?

—Te lo dije... Todo esto es obra de Camila.

Dejé que Benjamín siguiera observando todo mientras caminaba directo al bar para servirme algo. En segundos el alcohol se deslizó por mi garganta quemándome momentáneamente. Me serví otro trago que tomé con la misma prisa, evidenciando mi falta de dominio.

—Jamás se me hubiera pasado por la cabeza que a Camila le gustaba la navidad.

—En realidad dice que es su época favorita del año, es por los regalos, me lo dejó en claro.

—Sí, supongo que por eso le vas a regalar una casa.

—¿Nunca lo vas a superar? —cuestioné antes de sorber mi vaso una vez más.

—Nunca.

Un nuevo mensaje de Luis Carlos provocó que mi distrajera un poco más, Benjamín reía a carcajadas mientras sostenía el teléfono en las manos, seguramente leyendo lo que había escrito nuestro amigo.

—¿Qué le dijiste a Pamela? —me senté frente a él esperando que me respondiera.

—No le mentí, tengo trabajo mañana en la agencia. Cuando regrese le diré que salí con ustedes y listo.

—Siento que algo va a salir mal —mi repentina confesión captó su atención. Levantó la vista mientras me observaba fijamente—. Llegó a buscarme al sitio donde estaba trabajando, creo que sospecha algo.

—Estás paranoico, me estresas. Solo es una salida tranquilo de viejos amigos. Le tienes demasiado miedo a Camila, dile la verdad. Llámala y le cuentas que vas a tomar un par de tragos con tus amigos y listo.

—No es miedo, no entiendes. Las cosas están bien entre los dos, quiero conservar esta tranquilidad, si le menciono a Cami que quiero salir con ustedes lo va a tomar mal. La conozco.

—¿Sabes por qué las cosas están bien entre ustedes? Porque la dejas hacer lo que quiere —se respondió solo—. Mira este sitio, hizo lo quiso en él. Eres su perro faldero, su esclavo, su juguete.

—Su juguete sexual —le seguí el juego.

—Su estúpido. ¿Dónde están tus huevos?

—En sus manos... Eres el menos indicado para burlarte de mí, Pamela te ha prohibido hablarnos y tú le has hecho caso.

—Porque los conoce, sabe que ustedes son hijos de lucifer. En cambio, tu esposa no tiene idea de lo que hemos hecho juntos.

Quise reír con él, pero no pude. La preocupación que me generaba la situación, me mantenía tenso. Desde que Luis Carlos y Benja planearon nuestra salida, me había sentido de la misma forma. Ocultarle a Cami que pensaba relajarme un poco con mis amigos, no fue tan fácil como Benja creía. Ella me conocía como nadie, temí que pudiera intuir que estaba omitiendo algo.

—Hablando de eso, no le sigas la corriente a Luis Carlos. No hagas nada que nos meta en problemas.

—¿Por qué me adviertes esto? —cuestionó riendo—. Yo soy el único que nunca sigue las estúpidas ideas de ese idiota. Tú eres el único que lo haces, ¿no recuerdas lo de Canadá?

—No pienso hacerlo esta vez, solo serán un par de tragos, regresaré temprano, me meteré a la cama y por la tarde tomaré el vuelo a Los Cabos para ver a mi esposa modelar.

—Hablando de tu esposa —dijo al mismo tiempo que apuntaba la mesa en donde el teléfono vibraba—. ¿No vas a responderle?

—Pásame esa taza —pedí con prisa.

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