Dieciséis

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ADVERTENCIA: ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENAS DE HOMOFOBIA, POR LO QUE SI SON SENSIBLES A ESTE TEMA LES RECOMIENDO SALTARSE ESA PARTE. 
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Había sido una semana peculiar para Ramiro, conforme iban pasando los días era más notorio el cambio en su relación con Ciro. Ahora se trataban con una cordialidad digna de unos ordinarios conocidos, se saludaban por las mañanas, hablaban de vez en cuando estando terceros presentes como Brenda o Lauti, incluso Pablo, pero hasta ahora no habían vuelto a estar a solas.

No sabía qué pensar al respecto o si estaba bien darle tanto espacio a Ciro, suponía que sí, que si él quisiera tenerlo cerca lo buscaría como lo hizo siempre. De lo que sí estaba seguro era de lo mucho que lo extrañaba, de la falta que le hacía hablar y pasar el tiempo juntos, de escucharlo reír, de sentirlo.

Estos días le sirvieron para darse cuenta de que en realidad sentía algo muy fuerte y profundo por Ciro, que lo quería. Cuando lo veía en clases su cuerpo picaba por las ganas de ir hacia él y envolverlo con sus brazos, anhelaba hundirse en su cuello para respirar su dulce aroma, deseaba tener la dicha de besarlo otra vez.

No obstante, habían dos grandes motivos que lo mantenían en su silla, lejos del menor; que Ciro ya no sentía nada por él y la confusión que todavía tenía con Marina.

A veces pensaba que nunca lograría encontrar la salida al enredo que era su cabeza, como si fuera una persona con dislexia perdida en un laberinto del cual le es enrevesado escapar.

—¡Rami! —el llamado de su abuela, más el sonido de la puerta de entrada sacaron al joven de su ensimismamiento—. ¡Llegué!

Dejó el libro que tenía inútilmente en las manos y se levantó del sillón para ir al encuentro de la mujer, hallándola en la cocina.

—Hola, abuela —le dio un beso en la mejilla—. ¿Cómo estás?

—Bien, corazón —sonrió ella animada mientras sacaba algunos snacks de su bolsa reutilizable de tela—. Compré algunas cositas para comer.

—Te ayudo —Ramiro agarró la botella de gaseosa y la llevó a la heladera.

—¿Ciro no vino hoy? —preguntó su abuela. Ramiro se quedó quieto con la puerta a medio abrir, era la cuarta vez que se lo preguntaba en la semana. Negó con la cabeza—. Hace mucho que no viene.

—Está ocupado haciendo otras cosas —respondió lo justo.

—La verdad que se lo extraña —reconoció Lili con un tono maternal—. Le traje uno de esos chocolates que a él le gustan. Guardáselo en la heladera para cuando vuelva.

Fue como un puñetazo en el estómago, por como iban las cosas Ramiro dudaba que Ciro volviera a pisar su casa. No sabía cómo darle la noticia a su abuela, ella se había encariñado tanto con Ciro, hasta parecía gustarle mucho como posible pareja de él.

—Yo se lo doy cuando lo vea —agarró el chocolate que le ofrecía Lili y lo guardó en la heladera, la cual seguía manteniendo abierta—. Seguro le va a encantar.


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Tal como prometió, cuando Ramiro volvió a clases esperó al recreo para acercarse a la mesa de su compañero. Éste todavía estaba sentado en su lugar charlando animadamente con Brenda, quien fue la primera en notar la presencia del más alto. 

—Rama, hola —saludó la chica con alegría. Ciro volteó de inmediato para ver al castaño parado justo a su lado, podía jurar que escuchó a su cerebro chillar de felicidad—. Eh, bueno, yo justo iba a comprar unos chicles. 

INMARCESIBLE || (Desastres #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora