𝐄𝐒𝐏𝐄𝐂𝐈𝐀𝐋

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«22 DE NOVIEMBRE DEL 2019»

El estado emocional de Ciro era deplorable, Ramiro había empezado a mirarlo mal, a hacerle saber que lo detestaba. ¿Lo peor? Que Ciro se odiaba a sí mismo porque ni con su desprecio podía dejar de pensar en él.

Sabía que lo iba a cansar con su «le hablo, no le hablo», pero no creyó que se lo tomaría tan mal como para mirarlo como si quisiera escupirle la cara cada vez que pasa cerca suyo. Si con eso no se podía olvidar de Ramiro, ¿con qué lo iba a hacer? ¿Nunca iba a superar esa amistad que no pudo ser?

Tampoco terminaba de entender por qué había cambiado de repente y tanto, si hace unos días parecía que volvían a acercarse, había encontrado a Ramiro mirándolo en clases, lo que era algo nuevo y emocionante para él. Lo había hecho sentir re bien eso, al punto que volvió a su casa lleno de energías y se puso a hacer cosas productivas como limpiar la casa, completar trabajos prácticos que tenía pendientes y hasta se puso a ver documentales en netfix para sentirse un poco más culto. Era como una versión renovada suya.

Aunque la renovación le duró hasta el día siguiente cuando volvió al colegio y Ramiro lo recibió con una mirada helada que lo desconcertó porque podía percibir su antipatía hacia él. No se animó a preguntarle qué le pasaba, presentía que lo iba a mandar a la mierda y sus inestabilidad emocional no sería capaz de soportarlo. La cuestión era que el tiempo pasaba y Ramiro no cambiaba su actitud, así que descartó la teoría de que tuvo un mal día, realmente tenía un problema con él.

—¿Me estás escuchando? —preguntó Ámbar dejando de escarbar en su armario para voltear a verlo.

Ciro yacía sobre la cama de su ex novia boca abajo, estirando un brazo hacia el piso en donde había un gato negro al cual estaba acariciando. Según Ciro, la rubia le estaba contando sobre una nueva amiga que hizo pero su mente volvió concentrarse en Ramiro, como de costumbre.

—No, perdón. No estuve durmiendo bien estos días y tengo la cabeza en cualquier lado —era cierto, por las noches lo atacaba el insomnio y como mucho dormía tres horas—. Seguí contándome de tu amiga.

—Ah, veo que te quedaste con las tres primeras palabras que te dije —mencionó Ámbar volviendo a buscar alguna prenda bonita en el ropero—. Te resumo lo demás que te perdiste: conocí a Camila en una de las juntadas a las que me llevaste, pegamos buena onda y de vez en cuando hablábamos por mensajes de instagram o nos respondiamos las historias. Cuestión que hace poco nos vimos de nuevo en una pizzeria a la que mi mamá me mandó a comprar, da la casualidad que Camila también estaba ahí con un tipo y lo dejó re tirado para venir a hablarme a mi mientras preparaban mi pedido.

—¿Camila? —murmuró Ciro acariciando la panza del gato—. ¿Camila la hermana de-¡AY, la concha de la lora! —soltó un grito cuando el animal le clavó las garras en la mano y lo mordió.

—¿Qué te pasó? —Ámbar volteó para ver como sacudía su mano y se daba vuelta en el colchón para quedar boca arriba.

—Satanás me rasguñó.

—Seguro le tocaste la panza. Jodete, vos sabes que no le gusta que le hagan eso —volvió a buscar entre su ropa una vez más.

—Me había olvidado —se excusó Ciro. Tenía la mente tan dispersa que ni se dio cuenta—. Bueno, como te decía. ¿Camila? ¿La hermana de Maxi?

INMARCESIBLE || (Desastres #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora