Veintidós

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El domingo de almuerzo familiar había llegado para Ramiro y no había tenido mejor idea que invitar a Ciro con él. No es que él no quisiera ir, amaba que su novio lo incluya en sus planes pero a su vez eso lo hacía convertirse en la personificación del nerviosismo.

Aún así, por más ansioso que se sintiera, trataba de actuar natural por Ramiro, para no arruinar con sus inseguridades la ilusión que tenía de presentarlo. 

Pero esas inseguridades seguían arraigadas en su mente mientras se dirigían a la casa de Lili en el auto de Pedro. Ciro no podía dejar de pensar en lo que pasaría si no le agradaba a la familia de su novio, sin duda sería terrible porque sabía lo importante que eran ellos para Ramiro y temía que una mala opinión afecte su relación. Además, si contamos el hecho de que está saliendo con el ex de su hermana.. bueno, eso no lo hace ver como una persona confiable. Hasta ahora Ramiro le contó que las únicas personas que sabían de su relación eran su papá y su abuela, pero eso no siempre sería así, en algún momento los demás también lo sabrían y Ciro quedaría expuesto por su falta de escrúpulos. 

Una cálida mano lo liberó de sus tortuosos pensamientos al posarse sobre la suya y darle un suave apretón. Ciro volteó hacia su izquierda encontrándose con una expresión comprensiva en el rostro de su novio. 

—Te van a adorar —murmuró Ramiro como si hubiera leído sus pensamientos. 

Ciro permaneció momentáneamente paralizado antes de asentir y apoyar su cabeza contra el hombro del castaño, aferrándose a su brazo derecho, estaba entre apenado y molesto consigo mismo por ser tan transparente. Ramiro empezaba a ver debajo de la máscara de falsa seguridad que Ciro solía utilizar y eso lo hacía sentir demasiado expuesto. 

Trató de no pensar en nada más por el resto del viaje, Ramiro le facilitó el trabajo al acariciar sus dedos hasta que llegaron y para ese momento Ciro estaba un poco menos tenso. 

Lo primero que vino a la cabeza de Ciro al cruzar la puerta de la vivienda fue: abundancia. Abundancia de personas, abundancia de sonidos, abundancia de aromas.

Eran una familia numerosa, se notaba que se llevan bien por las sonrisas compartidas y el ambiente cómodo que se sentía nada más entrar. Sus voces se mezclaban entre sí ante las diferentes charlas que mantenían, los adultos se ponían al día con las novedades mientras los adolescentes en la sala reían y exclamaban cosas. También estaba el olor a comida casera -eso abrió el apetito de Ciro al instante-, y mientras avanzaba con la mano de Ramiro apoyada en su espalda baja para saludar a los tíos de éste percibió varios perfumes, ninguno de ellos fue invasivo, eran fragancias suaves y agradables. 

—Que gusto conocerte al fin, Ciro —dijo el hombre que se había presentado como Román—. Mi mamá nos habló mucho de vos. 

—Espero que cosas buenas —sonrió Ciro, sus nervios se iban aflojando gracias a las discretas caricias de Ramiro.  

—Las mejores. Mamá quedó encantada con vos —respondió Ingrid con un tono amigable—. Vení, vamos a presentarte al resto de la familia. Somos muchos y bastante revoltosos, pero tenemos buen corazón. 

La mujer le hizo un pequeño tour por la casa mientras lo iba presentando con los demás, quienes fueron igual de simpáticos que Ingrid, incluso -para sorpresa de Ciro- parecían alegres de tener a un desconocido con ellos. Era extraño. Tampoco pudo evitar observar la armonía que prevalecía en el hogar, no había presenciado ni una sola discusión o malos comentarios a las espaldas de otros. La familia de Ramiro era rara. Le gustó. 

INMARCESIBLE || (Desastres #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora