Veintiocho

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El domingo familiar en la casa de los Aquino causó una notable alegría en Ciro y eso fue un alivio para Ramiro porque quería que su novio se sintiera cómodo, que estuviera en un ambiente acogedor, ameno y lo suficientemente entretenido como para remplazar los pensamientos que Ciro tenía acerca de su desagradable padre por unos más felices, como los que ahora hacían que en su bonito rostro se dibujara una espectacular y reluciente sonrisa.

El día anterior, luego de su extensa sesión de besos, confesiones amorosas y abrazos infinitos, Ramiro habló con su papá, aprovechando que su lindo novio había caído rendido en una profunda -y necesaria- siesta. No sabía qué hizo en su vida pasada como para tener un padre tan comprensivo como el suyo pero Ramiro estaba agradecido por eso, porque en cuanto le explicó a Pedro la situación por la que Ciro estaba atravesando no dudó en brindarle su apoyo y recibirlo con calidez en su casa por el tiempo que hiciera falta. 

Después de eso habían cenado los tres juntos entre platicas diversas sobre el colegio, el viaje de egresados que tendrían dentro de poco y algunos chistes malos por parte de su papá, quien buscaba levantarle el ánimo a Ciro y, para sorpresa de Ramiro, consiguió sacarle unas buenas carcajadas al pelinegro.
Probablemente ambos compartían el mismo sentido del humor defectuoso, quién lo diría. 

Pero así y todo, Ramiro se hallaba demasiado feliz de que Ciro se integrara tan bien a su familia. Parecía encajar a la perfección, se llevaba bien con cada integrante, hablaba con todos con total confianza, sin verse intimidado por las personalidades… peculiares que tenían sus familiares, lo que dio como resultado que enseguida se encariñaran con él. 

Ahora el inconveniente con el que se enfrentaba Ramiro era que todos querían robarle la atención de Ciro y prácticamente terminaba peleando con sus tios y primos para que se lo devolvieran. 

—¡Buscando a Nemo! —la enérgica exclamación de Lucila lo obligó a prestar atención al presente una vez más. 

Se habían reunido en la sala a jugar un juego donde debían adivinar una película basados en la mímica que uno de los tres integrantes hacía, en el caso de Ramiro su equipo estaba conformado por su novio y su prima Lucila. Ciro era quien había pasado al frente para hacer todo tipo de gestos, como taparse la nariz y agacharse lentamente mientras agitaba su mano libre con desesperación, simular que gritaba mientras corría de un lado a otro, mover sus manos en el aire como si estuviera nadando, etc. 

—¿Buscando a Doris? —volvió a preguntar la chica, esta vez con menos confianza. 

Ciro volvió a negar con la cabeza, se quedó pensativo un momento antes de hacer un nuevo movimiento que les diera una pista, entonces se llevó las manos al cuello y abrió su boca como si no pudiera respirar. A su alrededor los demás competidores lo miraban tanto entretenidos como nerviosos, esperando que les acabe el tiempo y pierdan para ellos tener una mayor posibilidad de triunfar. 

—¿Aquaman? —lo volvió a intentar su prima. 

—Les quedan treinta segundos —canturreó su tio Román chequeando el cronómetro en su celular. 

—¡No, no, no! —se quejó Lucila, incapaz de concebir la posibilidad de perder—. ¡Tiburón! ¡La sirenita! ¡A la deriva! ¡SHARKNADO! 

El ojiverde, contagiando por la desesperación de la chica, entró en crisis por el poco tiempo que tenían y lo cercana que se veía su derrota. Ramiro estuvo a punto de reír por lo dramáticos que se ponían esos dos cuando se trataba de competir, pero entonces Ciro hizo un movimiento colocando su pulgar y su dedo índice entre sus labios para provocar un silbido, que le trajo una imagen a la cabeza de Ramiro. 

INMARCESIBLE || (Desastres #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora