Ocho

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Cuando Ramiro se dirigió a la sala luego de ir por el botiquín de primeros auxilios, vio a Ciro y Ámbar bastante cerca y a las risitas, mantuvo su característico rostro inexpresivo al posicionarse frente a ellos. No era estúpido, sabía que algo había pasado entre Ciro y su ex novia, se notaba en la forma de comportarse y en las marcas de besos que tenía el chico en su cuello.

No sabía por qué de repente estaba de mal humor, es decir, hace apenas unos días que su conflictiva relación con Ciro cambió, entonces no entendía cómo podía afectarle tanto verlo con una chica. Ya le había pasado con Sofia en la juntada por el cumpleaños de Lauti, pero ahora estaba sobrio, no podía refugiarse en la excusa de la borrachera.

—Ay, sos un amor —le dijo la rubia agarrando los productos que Ramiro traía en las manos—. ¡Gracias!

Trató de abrir la botella de pervinox pero parecía que se le estaba dificultando por sus movimientos torpes.

—¿Querés que te ayude? —preguntó Ramiro, no la veía muy apta para desinfectar heridas.

—No te molestes, podemos solos —Ciro respondió por ella en un tono frío. Verlo ahí en frente le recordaba la escena que presenció antes de irse de su casa, cómo había sostenido el rostro de su hermana cerca del suyo, a punto de besarla. Sin mencionar que Ramiro se había quedado a dormir con ella, y quién sabe lo que hicieron en su ausencia.

De pronto se sentía molesto por tener ese pensamiento en la cabeza, se suponía que el objetivo de la noche era olvidarse de él y enfocarse en otra cosa, no darle vueltas al mismo asunto. Por el tiempo que estuvo en el boliche funcionó, se divirtió, la pasó bien con Ámbar, casi ni pensó en Ramiro, pero ahora que lo tenía en frente, todo volvía a estar igual de mal que cuando se fue.

Lo peor es que Ciro sabía que la reconciliación de Ramiro y Marina era inevitable, siempre volvían, ¿por qué esta vez iba a ser distinto? Él no significaba ni la mitad de lo que su hermana significa para Ramiro, lo cual era lógico, porque ellos llevan casi un año de relación mientras que con él sólo tuvo unos cuantos besos sin importancia que pronto olvidaría.

Ramiro se mordió la lengua para no decir nada y fue a sentarse en un sofá individual. Lo que le faltaba. Que Ciro se enoje cuando es él quien tiene el cuello marcado por los besos de alguien más, era el colmo. Se cruzó de brazos sin quitarles la mirada de encima, Ámbar le pasaba el algodón con antiséptico en las zonas donde tenía algunos cortes como su ceja derecha, pómulo, labio superior y tenía un poco de sangre seca que salía de su nariz.

Se le estrujaba el corazón al verlo así de lastimado y no poder hacer nada al respecto, Ramiro era quien quería estar sentado junto a Ciro, agarrando su mentón con delicadeza para poder desinfectar sus heridas, pero no, tenía que resignarse a ser un espectador y casi que aferrarse a los bordes del sofá para no ir a apartar a la chica y tomar su lugar.

—¿No te parece una cosita linda? —le preguntó la Ámbar al castaño, concentrada en su trabajo—. Se metió en una pelea con un hombre de más grande para defenderme sabiendo que no tenía chances de ganar.

—Sí... es muy lindo —murmuró Ramiro pensando que no iba a ser oído, pero Ciro levantó la vista para encontrarse con sus ojos.

Ninguno apartó la mirada, era una especie de batalla silenciosa que ninguno quería perder. Tenían tanto para decirse, tanto que discutir, pero en ese momento lo único que pensaban era lo mucho que querían estar junto al otro. 

Tal vez no estaba todo perdido. Si ambos ponían de su parte y dejaban a un lado su orgullo podían arreglar las cosas.

—Tengo al mejor ex novio del mundo —dijo Ámbar antes de chocar sus labios contra los de Ciro en un beso.

INMARCESIBLE || (Desastres #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora