Diecisiete

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Una de las cosas que más agradecía Brenda, además de tener salud y un techo sobre su cabeza, era lo permisivos que llegaban a ser sus padres con respecto a las jodas y juntadas que le dejaban dar en casa. Ella pensaba que era porque tanto su papá como su mamá preferían que si se descontrolaba fuera en su propio hogar, donde estaría más segura, que en otro lugar donde estaba expuesta a más peligros.

Es justamente por eso que los convenció de permitirle invitar a todos sus compañeros ese fin de semana, según Brenda para crear recuerdos, porque este era el último año que podrían estar todos juntos antes de que cada uno siguiera su propio camino.

Y así fue como terminó bailando enérgicamente en medio de su sala a la par de otros de sus compañeros, tenía en su mano un vaso de plástico rojo que compró en el centro para que su joda se pareciera a la de las películas yankees. Todo marchaba bien, gritaba desafinada una canción mientras saltaba con Sol, quién casi no podía respirar por las carcajadas que soltaba.

Queriendo lucirse con un pasito de Michael Jackson, Brenda trastabilló y su bebida terminó en la espalda de una chica. Se cubrió la boca con las manos por la sorpresa, rezando por que su compañera no quiera matarla. Cuando la chica se volteó, Brenda deseó poder esconder la cabeza bajo tierra como lo haría un avestruz. En ese momento envidiaba la habilidad de ese pajarraco, pues la víctima de su torpeza no era nadie menos que Sofia, su vieja amiga.

—¡Perdón! —juntó las manos como si le estuviera suplicando que tuviera piedad de ella—. ¡Es que me tropecé!

La morena cerró los ojos por unos segundos y respiró hondo, parecía estar luchando contra el impulso de estallar.

—No pasa nada —contestó Sofia al fin—. Mejor me voy a limpiar.

Y se fue. Brenda le echó una rápida mirada a Sol, ésta había observado la situación en silencio, cuando por fin reaccionó empujó a la pelirroja exclamando que vaya a ayudarla.

—¡Te puedo prestar otro top! —Brenda se apresuró en correr entre la gente para alcanzarla.

La interceptó antes de que se metiera al baño, le puso una mano en el hombro para llamar su atención y cuando los ojos verdes de la chica conectaron con los suyos se olvidó lo que iba decirle, parecía esa tonta protagonista tímida de los libros que se sonrojaba por cualquier cosa y a la que se le enredaba la lengua cada vez que el chico popular le hablaba.

—¿Qué pasa? —Sofia cuestionó expectante.

—Te puedo prestar un top —dijo Breda cuando recordó cómo hilar una frase—. Si querés.

Su compañera miró hacia atrás, donde los demás se divertían, sus amigas estaban en una ronda bailando. Quería volver con ellas pronto pero sabía que estaría incómoda con su top mojado y pegajoso.

—Bueno, dale —aceptó Sofia, sin más opciones.

•  •  •

Como nuevo confidente de Marina, Ciro sabía que hoy Ramiro la llevaría a ver una película, ella se lo contó la misma noche que lo encontró en su casa. Lo que mencionó también fue que había seguido su consejo de luchar por Ramiro, por eso es que ese día lo convenció de ir a verla con la excusa de que se sentía muy mal y que no había nadie en su casa.

Su gemela no había dejado de repetir lo emocionada que estaba por su cita con Ramiro, incluso se las arregló para que Ciro la ayude a elegir el atuendo ideal. Sí, un pelotudo bárbaro.

Lo que Ciro no se esperaba es que luego de su fantástica velada aparecieran los dos juntos en la joda de Brenda como la hermosa parejita que solían ser. Los vio cruzar la entrada, su hermana saludó a algunas personas mientras Ramiro iba a sentarse en un sillón. No se veía muy emocionado de estar ahí, aunque esa era una expresión común en el mayor.

INMARCESIBLE || (Desastres #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora