Veintinueve

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Sin ninguna intención de seguir conteniéndose, Ciro atacó los labios de Ramiro con pasión, tomando el control y dominando el juego, su lengua se paseó por toda su cavidad bucal, asaltandola a su antojo. Obligó a Ramiro a retroceder hasta caer sentado en el borde de la cama, Ciro se posicionó sobre él sin perder tiempo, con sus piernas a los costados, apresándolo entre sus muslos. 

Las inquietas manos de Ramiro respondieron arrastrándose por las piernas del menor hasta asentarse en su culo, el cual apretó y amasó sin pudor alguno. Tampoco se contuvo de moverlo sobre su regazo para restregarlo contra su ya endurecida entrepierna. 

Enseguida Ciro coordinó el vaivén de sus caderas, cooperando y disfrutando de los deseos de su pareja. Tuvo que romper el beso en el que estaba envuelto para quitarle la camiseta a Ramiro, pero en cuanto la prenda fue lanzada a alguna parte del cuarto, sus labios volvieron a apoderarse de los ajenos. 

Aprovechando la parcial desnudez de su chico, Ciro acarició lentamente el pecho contrario con las yemas de sus dedos, la piel se sentía caliente al tacto. Tomándose su tiempo se abrió paso bajando por su estómago y sin dudas ni inhibiciones de por medio introdujo su inquieta mano dentro de los boxers de Ramiro enrollándola en la palpitante erección para comenzar a moverla de arriba a abajo, sacándole gemidos que se perdían entre sus bocas. Se dedicó a masturbarlo por un rato variando la velocidad y presión que ejercía, no dejó de besar ni mordisquear esos tentadores labios que lo hicieron caer desde el primer día en que los vio. Eran los más suaves y dulces que alguna vez había testeado, tan deliciosos. Tan suyos. 

Ramiro, sintiéndose al borde del colapso por esas gloriosas y expertas manos, apresó con fuerza las piernas de Ciro para levantarlo y cambiarlos de posición dejando al menor tendido de espaldas sobre la cama. Se ubicó encima besándolo esta vez a su ritmo, empezó a moverse causando fricción entre sus doloridas erecciones. Todo lo que se podía escuchar en la habitación eran sus respiraciones agitadas, jadeos y gemidos bajos que trataban de retener en sus gargantas, fallando la mayoría de las veces. Ramiro agarró la cinturilla del pantalón de Ciro queriendo bajarlo, deshacerse del obstáculo que le impedía disfrutar por completo de la piel cremosa del pelinegro. 

Se detuvo a mitad del recorrido, apartándose apenas lo suficiente para encontrarse con la mirada interrogante de Ciro. 

—¿Qué pasa, amor? 

—¿Querés que sigamos? —explicó su actitud con otra pregunta—. Si no estas seguro podemos parar ahora. 

—Estoy completamente seguro de esto —sonrió Ciro, brindándole confianza. Movió una de las manos que se habían estado aferrando a las caderas del mayor para posarla sobre su mejilla en un tierno toque—. Yo quiero todo con vos. 

La respuesta logró transmitirle seguridad a Ramiro, éste le devolvió la sonrisa, besó fugazmente sus labios antes de seguir con su principal objetivo. En menos de un minuto lo que restaba de sus ropas terminó en la alfombra que decoraba el suelo. Ramiro se estiró hacia su mesita de noche para sacar del cajón una pequeña botella de lubricante junto a un condón. 

Ciro levantó una ceja observándolo cubrir sus dedos con el líquido—. Veo que ya estabas preparado para la ocasión. 

—Soy precavido —se excusó—. De no ser así, ahora no podríamos seguir. 

—Mm, sí, buen punto. 

Ramiro no lo diría en voz alta, menos en las circunstancias actuales, pero había hecho más que comprar esas dos cosas esenciales. Al nunca haber experimentado un encuentro sexual con otro chico creyó que lo más conveniente sería informarse un poco, ya saben, instruirse en el tema. Por eso estuvo tomando algunos consejos de internet, no quería que llegado el momento lastimara a Ciro por ser descuidado y torpe.

INMARCESIBLE || (Desastres #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora