11. Un viaje en solitario y otro al pasado.

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-Yo te recomiendo que no entrenes en las próximas dos semanas. – Digo, a la vez que apunto en el ordenador algunos de los datos sobre la consulta que acabo de tener con el chico que me acompaña.

-Me viene fatal el reposo ahora. - Contesta. - Nos quedan dos partidos de liga y necesitamos ganarlos para mantenernos primeros en la clasificación.

-Ya sabes que yo no puedo ir detrás de ti y obligarte a parar. - Mi paciente es Óscar, un jugador de baloncesto con el que llevo ya muchas sesiones y me siento con la libertad de poder hablar en estos términos. - Pero tu tobillo está jodido, y como sigas forzándolo va a ir a peor.

-Para eso vengo aquí, ¿no? - Dice con una sonrisa.

-Sí, pero yo magia no hago.

-Bueno, bueno. - Replica. - Eso dices tú. A mi me lo parece, la verdad.

-No seas adulador porque el precio va a ser el mismo. - Bromeo, ganándome la risa del chico. - ¿Vas a parar o te reservo cita doble para el mes que viene? - En ese instante, la pantalla de mi móvil se ilumina y me indica que hay una videollamada entrante de "Rubita". Tal y como me dijo anoche, me ha llamado a la hora en la que se supone que tengo que estar ya comiendo, el problema es que la mañana se me ha alargado un poco más de la cuenta.

-¿Silvia? - Reclama mi atención Óscar, quien me está mirando sonriente con los ojos muy abiertos. - ¿Me has escuchado?

-Perdona. - Le doy la vuelta al móvil para no distraerme y vuelvo a centrarme en él. - ¿Una sesión o dos?

-Ponme dos, anda. Me mandas un mensaje como siempre diciéndome hora y día. - Dice el deportista, que ya se está levantando como si de pronto él también tuviera prisa. - Te dejo ya para que puedas coger esa llamadita especial.

-¿Llamadita especial? - Repito con el mismo retintín que ha empleado él hace un segundo.

-Yo también pondría esa cara cuando me llaman si tuviera la novia que tú tienes. - Dice de pronto, dejándome un poco fuera de la jugada. Pero rápidamente caigo en que lo nuestro ya es público y ha tenido que verlo en algún lado. No han sido pocas las revistas y los programas que hemos ocupado después del concierto, aunque dónde más alboroto ha habido ha sido principalmente en Twitter. Posiblemente por eso Óscar, que tiene teléfono y ronda los veintipocos, está al corriente de la situación.

-Vete y cuídate ese tobillo, anda.

En cuanto me deshago de él, en el mejor sentido de la palabra, cierro la puerta y me siento en mi escritorio. Al darle la vuelta al móvil otra vez, veo que Miriam ha intentado llamarme una vez más hace un minuto, esta vez sin cámaras. Pero a mi me apetece verla, así que entro en WhatsApp y pulso el icono de la videollamada. En menos de cinco segundos aparece en mi pantalla con una coleta alta, un top deportivo de color amarillo chillón y el sol impactándole directamente en la cara, de manera que tiene los ojos tan cerrados que apenas puedo vérselos.

-Estás muy buena. – Digo a modo de saludo. Ahora dirá que soy una bruta y que siempre estoy pensando en lo mismo, pero la primera sonrisa ya se la he sacado.

-Yo también te quiero, eh. – Responde con ironía. Detrás de la rubia hay tantos árboles que apenas puedo ver un fragmento de cielo.

-¿Dónde estás?

-He salido a hacer un poco de ejercicio.

-¿A las dos y pico de la tarde? – Tengo que mirar el reloj de pared para asegurarme de que es esa hora. – Vaya horitas para hacer deporte.

-Es que me he pasado toda la mañana con mi padre haciendo recados por el pueblo. – Explica. – Así que he tenido que salir sobre la una, que es cuando hemos vuelto. Pero ya me voy a casa a comer porque me muero de hambre.

Dos versos enredados (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora