27. Dos malas noches y una reacción inesperada.

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NARRA MIRIAM

Quizás decir que me he levantado con resaca es demasiado, pero definitivamente puedo afirmar que la noche de ayer se nos fue un poco de las manos, al menos a algunas de las personas que estábamos ayer en casa. Hubo más vino de la cuenta, más música de la que esperaba y también, por desgracia, más gritos de los que debería haber habido.

Me despierto en mi sofá cuando la luz natural empieza a ser molesta. En cuanto hago un pequeño movimiento sobre mi misma para enderezarme descubro dos cosas. La primera, que tengo la espalda molida y necesitaré alguna pastilla para poder aguantar el resto del día. La segunda, que en el extremo opuesto del sofá, que tampoco es demasiado grande, sigue durmiendo Aitana. No quiero molestarla, pero necesito levantarme, ir al baño y beber agua a caudales.

Me muevo con cuidado y en gestos pequeños hasta que me quedo sentada y observo el salón. Muchas copas y vasos sucios en la mesa, platos vacíos y restos de comida por la mesa e incluso servilletas sucias por el suelo. Y eso solo es la mesa del salón, no quiero ni pensar en el estado de la cocina. Recoger me llevará un tiempo, pero tengo cosas más importantes a las que enfrentarme hoy y que eclipsen mis pensamientos.

Al salir del baño después de haberme vaciado y de haberme lavado la cara con agua fría, casi a la vez, la puerta de mi habitación se abre y aparece Mimi con un aspecto preocupante. Las ojeras marcadas de forma casi caricaturesca, los ojos brillantes y la piel pálida como si se le hubiera borrado el color. He visto a la cantante en muchas situaciones distintas, entre ellas de llorera y de resaca, pero nunca como hoy.

-¿Qué tal? – Pregunto, omitiendo el "buenos días" porque no lo son. Antes de contestarme, cierra la puerta de nuevo tras de sí. - ¿Está dormida?

-Por fin.

-¿Y tú? ¿Cuánto has dormido?

-Como una hora en total yo creo. – Viendo su cara no me extraña nada. Despacio, empieza a caminar descalza hacia el salón.

-Mimi, tenemos que hablar. – Mi afirmación directa se gana un suspiro por su parte. No me había dado cuenta hasta ayer, pero definitivamente le debo una conversación que compense mi desaparición en las últimas semanas. Sin embargo, siento que no la quiere tener, y eso en Mimi es preocupante. - ¿Vamos a la terraza?

Aunque no responde, sigue mis pasos por la casa hasta el salón, por donde se sale a la terraza. Es pequeña, mucho, pero tiene una mesa y un par de sillas de madera donde me gusta desayunar con Silvia siempre que tenemos posibilidad. Hoy aquí fuera el ambiente será diferente y no incluirá café con tostadas, pero creo que es el mejor sitio de la casa donde podemos conversar.

Estamos un rato en silencio tan solo observando la calle y el cielo mientras el sol nos da en la cara. No tardo en darme cuenta de que si no empiezo yo, ella no lo va a hacer. Lo de ayer fue demasiado. A quien vi no era a Mimi, y mucho menos a la Mimi felizmente enamorada que llevo descubriendo durante los últimos meses. Detrás de sus gritos y de la rabia había lágrimas y una persona rota, por eso sé que como amiga me tengo que escuchar ahora tanto como tenga que contar.

-¿Qué fue lo de ayer, Mimi?

-Bebí demasiado. – Responde brevemente.

-Eso puede ser, pero lo que me importan son las barbaridades que soltaste por la boca.

-No es ninguna barbaridad. – Dice tajantemente reafirmándose con un movimiento de cabeza. – Lucía y yo no podemos seguir juntas.


La noche anterior...

-No me entretengas más, que tengo a mi prometido abajo esperando con el coche. – Dice Lucas, que después de darme un beso en la mejilla abre la puerta de casa. – Hablamos prontito, ¿vale? Que me tienes que ayudar con cosas de la boda.

Dos versos enredados (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora