32. Una desafortunada mentira y quedarse con nuestro plan.

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-Miriam, tengo que pedirte un favor. - Lucía empieza a hablar con la mirada clavada en el suelo y tarda unos cuantos segundos en atreverse a alzarla. - Entiendo que es un mal momento, pero tengo un montón de cosas en casa de Mimi y necesito que me las devuelva. - Un jarro de agua fría cae sobre Miriam porque las tres personas aquí presentes sabemos que querer recuperar lo que está en casa de la cantante significa que está un poco más lejos de reconciliarse con ella. - No se lo digas hoy, pero si puede ser me gustaría tenerlas a lo largo de la semana. Si quieres se las das a Silvia y me paso a por ellas a tu curro o voy directamente a vuestra casa, lo que me digáis.

-Claro, yo me encargo.

Mi novia sonríe, aunque por dentro está pensando en cómo darle esa información a su amiga sin romperla más de lo que ya lo está, algo que presiento será imposible. Y yo me siento peor por Miriam, que es la pieza en el tablero que pilla entre las dos partes afectadas, que por la propia Mimi. Su noche de calentón está salpicando por todas partes y cuando a quien pone en un papel complicado es a mi novia me parece un poco más inmadura e irresponsable si cabe. Durante muchos años he sido de ese tipo de personas. De las que se lían con una en el baño del bar, con otra en un cuarto de suministros de hospital y con una más en la cama ara acabar el día en horizontal.  Fui así y no me arrepiento, pero tuve muy claro que se acabó al poco de conocer a Miriam. Corté todas las comunicaciones que tenía con chicas desde que tuvimos una cita en esa azotea de la capital en la que estuve más pendiente de lo bien que le sentaba la forma en la que el viento le mecía el pelo que en lo riquísimos que estaban los nachos con queso y guacamole, y mira que los nachos con queso y guacamole de ese lugar son especialmente buenos.

Esa noche se acabó mi vida como la conocía hasta el momento y, aunque el camino hacia crear una con Miriam fue largo y complejo, tuve claro que volver atrás no era una opción porque el paso por todos esos cuerpos era solo un trámite para llegar al suyo. Besar aquellas bocas, escuchar aquellos gemidos o acariciar aquellas piernas eran solo ensayos para saber que la boca, los gemidos y las piernas de Miriam son mi meta. No necesito seguir en el tren y esperar a que lleguen otras paradas porque ya he encontrado la mía muy cerquita de una guitarra y un cabello rubio que huele a frutas. Por eso pienso tanto en Mimi y en qué la llevó a acostarse con otro cuando se suponía que había encontrado su meta. Ella era como yo, pero su verbo sigue en pasado y pendiente de actualización. ¿Es que no está tan enamorada de Lucía como proclama a los cuatro vientos? ¿Realmente estaba tan cegada por el alcohol que perdió la cabeza? De pronto, todas las luces del pabellón se apagan a excepción de la enorme pantalla que hay en el escenario, donde aparece una cuenta atrás que parte de diez. 

-Os dejo, chicas. - La zona de los fotógrafos se altera, al igual que todo el público que ocupa las gradas con sus gritos y aplausos, y Lucía tiene que marcharse a trabajar. - Gracias por todo. Nos vemos pronto. - Dice antes de desaparecer entre la gente para hacerse con un buen hueco cerca del escenario y captar las mejores imágenes con su cámara.

-Yo también me tengo que ir. Ya tendría que estar dentro, pero quería pasarme antes por aquí para verte. - Dice Miriam. Ese "para verte" me acaba de hacer una caricia muy parecida a las que hace con las manos pero en el corazón. Ahora llega el peor momento de la noche, que es separarme de ella y quedarme un rato sola entre los insoportables famosos. - ¿Estarás bien aquí?

-Alcohol y comida pasando constantemente en las bandejas de los camareros... Creo que sí, estaré bien. - Respondo tratando de sonar realmente sincera para que se vaya tranquila. De fondo empieza a sonar la melodía de una emisora de radio famosa y un presentador aparece en el escenario, pero yo lo veo como el momento perfecto para reencontrarme con Miriam en un sentido mucho mejor que el puramente físico. Coloco una mano en la zona baja de su espalda para aproximarla a mí y con la otra le subo ligeramente la barbilla para que me mire a los ojos. - Mucha mierda, ¿no?

Dos versos enredados (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora