22. Una dosis de confianza y un cambio de aires.

1.2K 99 178
                                    

NARRA MIRIAM

Esta mañana mi plan de ir al gimnasio se ha visto frustrado porque Mimi me ha propuesto que la acompañara a unos compromisos. Los compromisos no eran ni más ni menos que ir a hacerse las uñas, pero eso no lo he sabido hasta que estábamos en el Metro. Últimamente no tenemos muchos ratos para nosotras, así que tampoco voy a quejarme por perder un día de hacer deporte. Prefiero pasarlo con ella hablando de mil temas y haciendo planes de futuro que no sabemos si cumpliremos.

Cada vez va quedando menos para recomenzar con la música y lo cierto es que me muero de ganas. Llevo todo el verano componiendo e imaginándome cómo sonarían las nuevas canciones en el estudio y con la banda. Además, el tema central de mi próxima reunión será "Sudoku" y su videoclip, algo en lo que no he dejado de pensar últimamente y tengo muchas ideas que presentarles. Una pequeña parte ya conoce "Sudoku" porque la adelanté en el fin de gira, pero publicarla es otra cosa de mucha mayor magnitud y supone salir de mi zona de confort. El feed-back por las redes sociales es constante y todos mis seguidores están deseando escuchar nuevas melodías, lo cual aumenta también mi ilusión por enseñárselas.

-Ponme unas uñas to' largas. – Le pide Mimi, sentada a mi izquierda, a la chica que le atiende. – De color rosa intenso. El diseño lo dejo a tu elección, que ya sabes que me fio.

-Qué exagerada eres, de verdad. – Comento riéndome. – A mi ponme algo más sencillito, por favor. – Le digo a la otra chica, que es la que va a trabajar sobre mis manos. – Cortitas y con tonos pastel estaría bien.

-No me seas sosa, mujer. Que te pongan unos brillitos o algo, que invito yo hoy. – Insiste la cantante. Las dos chicas que estás situadas frente a nosotras se ríen por la conversación mientras van sacando de cajas y neceseres el material que van a necesitar.

-No me veo yo con unas uñas kilométricas. – Mi teléfono, que lleva un tiempo silenciado en el bolsillo trasero de mi pantalón, empieza a vibrar. Es Silvia. Como la chica me está pidiendo una mano para empezar, le doy la derecha y descuelgo el móvil con la opuesta. – Hola, guapa. ¿Qué tal?

-¡Lo tengo! – Exclama por sorpresa.

-Dile de mi parte a la fisio que es una pesada. Ni doce horas está sin contactarte. – Se mete la rubia, que se lleva una patada por debajo de la mesa.

-¿Qué tienes?

-¡El piso! – Vuelve a gritar. – Es perfecto, te lo juro.

-¿Pero qué dices? ¿Dónde estás? – Pierdo un poco el aliento al tener a Silvia hablándome del piso al otro lado de la línea y a Mimi, que no sabe nada, a mi izquierda.

-Esta mañana mientras desayunaba he visto un piso que me ha gustado en internet y he escrito a la chica para ver cuándo podíamos pasarnos a verlo. Me ha respondido al rato diciéndome que justo estaba allí, así que mi compañero me ha cubierto en la consulta y he venido corriendo a verlo.

-¿Estás ahora ahí?

-Sí, claro. Me lo ha enseñado y es perfecto, rubita. Un primero con ascensor a quince minutos andando de donde vives ahora. Dos habitaciones, una terracita, garaje... Todo cuanto queríamos.

-Qué bien. Pues dile que cuándo podemos quedar y lo vemos juntas. – Digo en voz baja y apartándome un poco de Mimi disimuladamente.

-El problema es que estaba pendiente de alquilárselo a otra pareja, así que si lo queremos tenemos que darle una fianza hoy mismo y podríamos empezar ya a mudarnos la semana que viene.

-Madre mía, Silvia. – De pronto estoy muy agobiada. Suelo tenerlo todo muy organizado, y cuando no lo hago estoy incómoda. – Yo estoy ahora con Mimi haciendo unas cosas, pero en cuanto acabe puedo ir, no sé.

Dos versos enredados (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora