31. Cámaras, micrófonos e insoportables famosos.

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Narra Silvia

Oh, dios mío. ¿En qué momento pensé que era una idea magnifica dejarme arrastrar por Miriam a uno de sus eventos musicales con cámaras, micrófonos, famosos con altas dosis de ego y conversaciones insoportables entre bambalinas? No es una buena idea, claro que no lo es. Tan solo acabamos de llegar y ya lo tengo más claro que el agua. La tal Marina que nos ha recibido no ha parado de hablar ni para respirar en los escasos cinco minutos que han pasado desde que hemos bajado del coche. La primera vez que ha dicho "perdonad que hable tan rápido, pero esto es un no parar" he desconectado y solo me dejo llevar por los infinitos pasillos de las instalaciones en los que, por ahora, no nos hemos cruzado con nadie.

La pregunta de qué hago aquí se repite con más fuerza, en mayúsculas y con exclamaciones, cuando nuestra guía personal abre una puerta y se presenta un mundo nuevo ante nuestros ojos. Un mundo horroroso, para mi gusto. Ahí están las cámaras, los micrófonos y los insoportables famosos de los que hablaba. Corretean de lado a lado sonriendo con los dientes brillantes y sus trajes despampanantes como si todo el mundo estuviera pendiente de ellos. Y en parte es cierto, cosa que me da aún más rabia. Vale que mi novia es una artista y es maravillosa. Ni conoce el ego ni mira por encima del hombro a nadie, pero es una excepción. Ella y los pocos amigos famosos a los que me ha presentado son excepciones. El mundo de las celebrities real lo tengo ahora mismo delante, más cerca que nunca, y estoy convencida de que no tiene nada que ver con Miriam.

Pero a quién quiero engañar. Miriam no me ha arrastrado hasta aquí, ni siquiera un poquito. Ella puso las cartas sobre la mesa y fui yo la que, a pesar de las dudas del principio, cogí la baraja y me puse a jugar con ellas como si llevara toda la vida saliendo de noche a hurtadillas para presentarme en partidas de póquer en antros de mala muerte. Estos días me he convencido, y muy bien, de que venir a este evento iba a ser una pasada. Música, famoseo, comida y bebida gratis... ¿Qué más se puede pedir? No me he parado a pensarlo con más calma hasta que he bajado del coche haciéndome la dura para que Miriam no reparase en que, de pronto, tenía que buscar motivos para estar aquí.

Y, de nuevo, ¿a quién quiero engañar? El motivo lo tengo a tiro. Con solo girar la vista lo descubro o, mejor dicho, lo redescubro. La estridente voz de Marina sigue sonando de fondo, pero baja tres o cuatro tonos cuando mi mirada coincide con la de Miriam, que estaba muy atenta a las explicaciones de la chica hasta que se ha topado conmigo. Me sonríe de lado y me dice por telepatía algo como "qué feliz soy de que estés aquí", "gracias por venir" y "estás tan guapa que voy a presumir de ti tanto como te dejes". Frases que ya me ha dicho antes y que por eso soy capaz de oírlas como si las pronunciara, aunque ahora no abre la boca.

Estoy aquí porque quiero, porque la quiero y porque, si no fuera por las cámaras, los micrófonos y los insoportables famosos, no habría ningún debate. Y no estoy dispuesta a que cámaras, micrófonos y famosos me quiten las ganas, así que cambio radicalmente el chip y mi perspectiva se convierte en otra muy distinta en tan solo una décima de segundo. Estamos aquí juntas y vamos a hacer que esta noche sea inolvidable. Este traje me queda de diez, quizá de once, y si tengo que hacerme la famosa durante una noche pues lo haré. No debe ser tan difícil convertirse en estrella por un día. A Miriam se le da bien serlo los 365 del año. Porque madre mía, ese vestido negro con el escote vertical que le baja prácticamente hasta el ombligo solo te puede quedar bien si eres una puta estrella.

-¿Todo claro? ¿Alguna duda? – Vaya, esto sí que lo he escuchado y hace que me caiga un poquito peor porque me ha sacado del embelesamiento que tenía con la rubia.

-Claro no, clarísimo. – Respondo con mi mentira casi por pura inercia. Miriam se ríe y niega con la cabeza discretamente. Me conoce lo suficiente como para saber que me escapé de esa conversación con Marina, monólogo diría yo, prácticamente cuando empezó.

Dos versos enredados (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora