17. Un ejemplo a seguir y sentirse libre.

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NARRA SILVIA

-Estás morenísima, joder. - Dice mi hermano, recorriéndome con la mirada una vez más. No es la primera vez que me habla de mi moreno en la hora y pico que llevo con él. Estamos sentados en el jardín trasero de la residencia, él en su silla y yo en un banco.

-Es lo que tiene caminar por el monte cada día. Cuando no era para sacar al perro, era para hacer ejercicio o para dar un paseo. - Explico. - Sabía que a Miriam le gusta perderse por el bosque, pero de verdad que es exagerado. Podría vivir perfectamente en una casa en un árbol y sería tan feliz. - Iván se ríe porque piensa que estoy exagerando, pero no lo hago.

-¿Y qué tal con su familia?

A pesar de que he llamado por teléfono a mi hermano cada día desde que me marché de vacaciones, las conversaciones no han sido tan profundas como le hubiera gustado. Por eso me está sometiendo a un interrogatorio que me esperaba y que estaba deseando. La esencia de Iván es ser la persona más cotilla que conozco, y la mía responderle a todo sin tapujos, lo cual hace que nos complementemos muy bien.

-Su padre y su madre me han tenido como si fuera una hija más. - Relato. - Y el resto de su familia súper bien. Son majísimos. Si conocieras a su abuela te morías con ella. Es tan preguntona como tú.

-Ya me imagino a Miriam muerta de la vergüenza. - Intuye y acierta porque nos conoce bastante bien, sobre todo a mí. - Enséñame fotos, anda. - Me levanto y me pongo a su lado para abrir la galería de mi teléfono e ir deslizando las fotografías que nos hemos hecho durante el viaje, que no son pocas. Desde las típicas fotos de platos que se toman en bares y restaurantes hasta los mejores posados, por supuesto suyos.

-Esto es la plaza de su pueblo. - Explico. - Y esta es Miriam tomando el sol en la terraza.

-Madre mía, está más morena aún que tú. - Se sorprende. - Cuidadito a ver qué foto va a venir después de esta. - Me frena cuando ve que en la pantalla aparecemos las dos en la cama. Aunque no es así, da la impresión de que lo único que nos cubre es la fina sábana de verano.

-Las fotos comprometidas no están aquí, hermanito. - Paso la fotografía y lo que sale es un primer plano del pie de Miriam con las rojizas y abultadas marcas de aquel día nefasto de playa.

-¡Joder! - Exclama. - ¿Es ella? ¿Qué le pasó?

-Que le picó una medusa.

-¿Y no me lo contaste?

Su pregunta me tensa instantáneamente. No. Claro que no lo hice. No estaba preparada ni para decirlo ni para vivirlo, porque contar eso implicaba hablar también del coche y de los sentimientos que tapo, sobre todo a él. Tampoco considero que sea algo que pudiera haberle comentado por teléfono, como si le dijera que me he comido un helado o que el sol me ha quemado la cara.

Pese a las sesiones que llevo con la psicóloga, hablar con mi hermano sigue siendo uno de mis grandes desafíos. He aprendido a hacerlo con Miriam porque de manera inesperada llegó desde fuera, sin conocer nada sobre mí ni sobre mi historia, y me sirvió de balsa en la tormenta. Me dijo que Cruz no era Silvia e incluso me lo creí. Habrá miles de explicaciones coherentes al respecto, pero yo no las he buscado. Con ella siento que no voy a ser juzgada y que me ofrecerá lo que necesito, ya sea silencio o grandes discursos. Sin embargo, con Iván no soy capaz, quizás por ese instinto protector que llevo arrastrando hacia él desde hace tantos años. Le miro y ya estoy temblando.

-¿Qué pasó, Silvia? - Insiste ante mi bloqueo. Me guardo el móvil en el bolsillo del pantalón y vuelvo a sentarme en el banco frente a él. No sé hasta dónde podré contarle, pero quiero intentarlo y no soy capaz de empezar estando de pie.

Dos versos enredados (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora