28. Una encerrona y un saco de arena.

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NARRA SILVIA

Nunca pensé que una victoria de un equipo de fútbol iba a alegrarme tanto, y eso que solo es el primero de la temporada y no ha sido más que un amistoso. No quiero ni imaginarme cómo lo viviré más adelante, cuando haya cogido más confianza con el Club y se estén jugando puntos importantísimos, cosa que debería pasar según los pronósticos. Desde la primera reunión se me dejó claro que este año todos y todas vamos a remar para conseguir al menos estar entre los tres primeros puestos de la liga, con la vista incluso puesta en la primera plaza.

Quizás son estas expectativas las que me han contagiado el espíritu de haber sentido este partido como un derbi, sumado a la especial ilusión que me hacía estrenarme como fisioterapeuta de un club deportivo. Montar una clínica con tus amigos nada más acabar la carrera también puede considerarse un logro, pero es ahora, con la oportunidad que me han dado en este equipo, cuando más estoy sintiendo que mi trabajo me llena y que voy por el camino correcto. Si en el futuro tengo que abrir otra clínica ya lo haré. Por ahora tengo el foco frente al presente, que no es otra cosa que una cerveza apoyada en la mesa de un bar cercano al hotel.

Entre las chicas y los técnicos que nos hemos unido a la celebración completamos un par de mesas alargadas en la terraza del bar que han colocado así especialmente para el equipo porque sumamos más de veinte personas. A la izquierda tengo a Iker, a mi derecha al segundo entrenador, Marcos, y delante a la delegada del equipo y la subdirectora del Club. La primera, Vanesa, rondará los treinta y pico y es una ex jugadora de este deporte aparentemente conocida en el país. La segunda, Maika, que ya debe estar a medio camino entre los cuarenta y los cincuenta, es una elegante mujer que se encarga junto al director, que es su hermano, de que se cumpla todo lo establecido tanto en este viaje como cuando estamos en Madrid.

-Iker, controla a tus chicas que se vuelven locas. – Bromeo. En la otra mesa cantan al unísono una canción que me suena, ganándose la mirada del resto de gente que toma algo en el bar. A excepción de Maika nadie se libra del chándal oficial, así que queda claro para todos los presentes quienes conformamos este grupo.

-No te preocupes. Ya dejarán de reírse en el gimnasio el lunes.

-No las fuerces que luego tengo a medio equipo pidiendo masajes, eh. – Vacilo. – Yo creía que las deportistas de estos niveles no bebían ni una gota de alcohol.

-Bueno, una cerveza después de ganar un partido está más que justificada. – Comenta el entrenador, echando un vistazo a las consumiciones de las chicas. Algunas han optado por los refrescos, pero la realidad es que la mayoría ha preferido la cerveza. – Confío en ellas. Siempre me han demostrado que son extremadamente trabajadoras y responsables. Que beban algo de vez en cuando queda compensado cuando las veo darlo todo entrenando.

-Se te cae la baba con ellas, míster. – Digo al darme cuenta de la ternura que desprende al hablar de ellas. - ¿Llevas mucho tiempo entrenándolas?

-Solo desde el año pasado, pero hemos encajado muy bien. Las he cogido mucho cariño.

-¡Iker! – Marcos, que por lo que he podido observar en este tiempo es buen amigo de Iker, interrumpe la conversación de golpe en pleno ataque de risa. – No sabes de lo que me acabo de enterar por aquí. – A pesar de que una de las jugadoras trata de evitar con empujones y risas que se lo cuente, el segundo entrenador no está dispuesto a guardarse el secreto. - ¿A que no sabes con quién se ha liado Gema?

-Déjame, tío. – Protesta Iker, que parece poco interesado en saberlo.

-¿Quién es Gema? – Pregunto.

-Mi ex. – Declara el chico. – Entrena al que en principio es nuestro mayor rival de la temporada.

-Con Tamara. – Resuelve finalmente Marcos, que no puede contenerse. Y la reacción de Iker es digna de grabar y subir a Internet. Se le abren los ojos como platos, pero además se le resbala el vaso entre los dedos. Aunque no llega a volcarse por completo, parte del líquido cae a la mesa y también sobre mi pantalón.

Dos versos enredados (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora