38. Cara y Cruz.

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NARRA SILVIA

El plan estaba perfectamente diseñado. Nos despertaríamos juntas como casi cada día, así que me costaría poco enredarla un poco más de lo habitual entre las sábanas, evitar que fuera al gimnasio esta mañana, y susurrarle al oído y con mil besos de acompañamiento un "gracias por este año tan increíble". Después desayunaríamos en la cama, cosa que odia y por eso solo hacemos en ocasiones especiales, y cuál mejor que esta. Pasaríamos la mañana juntas haciendo un poco de nada y de todo a la voz, nos acostaríamos donde la situación se propiciase, y después me iría a trabajar antes de cenar juntas, repetirle lo increíble que ha sido el último año y propiciar un poco más de sexo.

Un jodido planazo con alguna que otra sorpresa escondida que se ha visto truncado cuando me he estirado buscando su abrazo en el colchón y no lo he encontrado por ninguna parte. A tientas cojo el móvil de la mesilla y miro la hora. Acaban de pasar las ocho, así que no me he quedado dormida. A lo mejor le ha dado por irse a correr o alguna de esas cosas que se le ocurren a ella. Me destapo y me siento en la cama para restregarme las manos contra el rostro y empezar a desperezarme mientras modifico mentalmente el plan. Bueno, no nos enredaremos entre las sábanas tanto, pero el resto seguirá igual. De nuevo, me equivoco. En su lado de la almohada me está esperando un papel escrito de su puño y letra.

"Ya te lo dije hace unos días, pero te lo recuerdo por si se te ha olvidado. Hoy tengo reunión con la discográfica, luego grabación y por la tarde ensayos. Seguramente cuando te despiertes ya estaré en la reunión. No se me ha olvidado qué día es, así que piensa en un sitio original para que cenemos juntas. Sobre las nueve y media estaré en casa. Te quiero."

Joder. La puta reunión con la discográfica. Es cierto que me lo dijo, pero se me había olvidado por completo y tampoco lo había sumado a sus planes habituales, que son ensayar y grabar. Total, que entre unas cosas y otras justo hoy no nos vamos a ver hasta la cena. No podía ser todo eso mañana. Tenía que ser hoy, el día de nuestro aniversario. Genial, fantástico, espectacular. Voy a desayunar sola, comer sola, merendar sola y tendré que conformarme con una cena en común. Por lo menos no tengo que pensar en dónde será, porque ya formaba parte del plan.

Con unos ánimos muy diferentes a los que había tenido al despertarme pensando que ella estaría a mi lado, me pongo en pie y empiezo a hacer la rutina de una mañana corriente. Ducharme, desayunar, acariciar a Lola, recoger la habitación y revisar el correo. Se nota que estoy sola, porque apenas son las diez y pico y ya lo tengo todo listo. Al menos todo lo importante, porque luego siempre aparece la rubia y me recuerda que también hay que limpiar lo que no se ve y doblar la ropa interior, como si eso fuera de vital importancia. A mi solo me ve ella las bragas y no se va a escandalizar por encontrarse alguna que otra arruguita.

Estoy sentada en la silla de la cocina haciendo tiempo hasta que acabe el programa de la lavadora cuando recibo su primer mensaje del día. "Me apuesto lo que sea a que no te acordabas de la reunión". Sonrío a la pantalla como una idiota porque me tiene calada. Antes e que responda, me llega una foto. Un selfie con su hermano en lo que parece ser el interior de un edificio, supongo que el de la discográfica.



SILVIA: ¿No puedes escaparte de esa basura y venir a casa ahora mismo?

MIRIAM: Me encantaría, pero sabes que no.

SILVIA: Qué mierda. Hoy en particular te tenía muchísimas ganas.

MIRIAM: Hoy en particular tengo muchas ganas de que me tengas ganas.

SILVIA: ¿Y si me planto en la reunión esa y te arrastro un ratito al baño conmigo?

MIRIAM: Sé que eres capaz, pero no lo hagas porque ya estoy de camino al estudio.

Dos versos enredados (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora