Grantaire nunca había sentido que encajaba con aquel aire de hermandad que emanaban los Amigos del ABC.
No es porque no se sintiese acogido, o porque renegaran de su persona; ellos tenían la creencia común que los unía, que creó un vínculo más fuerte que los lazos de sangre. ¿Y él? Él solo estaba por estar, por darse latigazos en la espalda con tal de ver a la persona que tanto le rechazaba.
Después de su primera misión, se mudó con Emma a un piso que estaba muy cerca de su lugar de trabajo. El sitio estaba bien (aunque si lo comparaba con su antigua vivienda, un contenedor estaba bien también). Tenía lo que Emma había denominado un "concepto abierto"; básicamente, la cocina y el salón convergían en un mismo espacio. Luego había dos habitaciones y dos baños, y eso era todo básicamente.
La convivencia al principio era rara: Grantaire prefería quedarse en su habitación, teniendo la desagradable sensación de que su presencia molestaba a Emma. Se dedicó a dibujar, y a escuchar música. Le encantaba aquello de la música, poder escuchar voces y melodías en su teléfono era una cosa increíble. Encima, tenía auriculares, y podía aislarse de todo tipo de sonido exterior que no fuese Bach, Mozart o Nietzsche.
Un día, se salió a la terraza a dibujar; hacía una tarde de verano maravillosa, y el atardecer dejaba un tinte rosado sobre las paredes rojas de la Alhambra. Cogió un lienzo, se encendió un cigarro, se puso los auriculares y empezó a dibujar.
Estaba muy concentrado en la tarea, cuando casi tira todo por la barandilla del balcón, al sentir una mano posarse en su hombro.
-Hostia. -su propio sobresalto sobresaltó a Emma. -Me cago en tu madre, que susto.
Una cosa que había aprendido de Emma, es que era muy malhablada; tenía el aspecto de una señorita pulcra y educada, pero la boca de un marinero de cuarenta años. A él no le molestaba, al contrario, se le hacía una chica muy natural.
-Susto el que me has dado a mí. -se quitó los auriculares y paró la música. Emma entrecerró los ojos, pero sonrió picaresca. Se sentó en la silla frente a él.
-Touché. -señaló su paquete de tabaco. -¿Me invitas a uno? -Grantaire se encogió de hombros, pues poco le importaba dar un cigarro.
Ñ-Esta noche había pensado que te podría llevar por ahí.
-¿Dónde es "por ahí"? -cuestionó.
-A ver la ciudad. Podemos ir de tapas, y luego...
-¿Qué son las tapas?
-Pues son lo mejor del mundo. Básicamente, vas a un bar y te pides una bebida. Cuando te ponen la bebida, te traen comida, y sólo pagas por la bebida. Es genial.
Efectivamente, se fueron de tapas. El ambiente era increíblemente acogedor. Todo el mundo hablaba muy alto, y aun así había cierto aire de intimidad en cada una de las mesas. Emma fue quien pidió dos cervezas, por error. Para su desgracia (que en realidad era su suerte) se dio cuenta de su error, y cambió el pedido por una Coca Cola.
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E P I F A N Í A ||Les Miserables (enjoltaire)
Fiction Historique1832, París guarda silencio tras el último disparo que resuena en el Corinto, marcando el fin de la revolución de junio. Cuatro amigos de la llamada sociedad del ABC despiertan en un entorno desconocido, y Emma Olivares, la responsable de su salvac...