26. Naranjas y mandarinas

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Vaciló unas cuatro veces, y se quedó parado frente a la puerta un total de ocho minutos sin hacer nada. Al final, tocó a la puerta.

Emma estaba escribiendo una carta para una de sus amigas por correspondencia inter temporal, cuando llamaron a la puerta. Se levantó, se estiró y abrió a Enjolras.

-Hombre, hola. -Emma se hizo a un lado y Enjolras entró. - ¿Cómo tú por aquí?

-Pasaba por aquí, ya sabes, y me ha apetecido un café gratis. -se quitó es abrigo y lo dejó en una silla.

-Me puedes pagar en tabaco.

Emma empezó a preparar el café. Era raro que Enjolras estuviese ahí él solo, pero últimamente según llegaba a sus oídos, estaban intentando hacer las cosas de un modo diferente.

Hacía ya una semana desde la última misión, y estaban teniendo un tiempo de descanso mucho más amplio de lo normal, para compensar las dos misiones que tuvieron tan próximas en el tiempo. Enjolras había empezado a correr también, pero él prefería hacerlo por las noches, y poco a poco, intentaba llevar una vida algo más activa. Con la ayuda de Courfeyrac, ver las cosas de forma más positiva. Era difícil, pero ver las cosas de forma crítica seguía formando parte de su naturaleza. En realidad, lo único que hacía era intentar ser una persona menos triste, pero por lo demás seguía igual, aunque cierto es que ciertos comentarios ahora los soltaba con más gracia.

-Emma. -Emma se dio la vuelta, mientras ponía la cafetera en el fuego. -Tú y yo no hablamos mucho, pero me caes muy bien.

-Sí, tú a mí también.

-Se rumorea que yo soy tu personaje favorito del libro.

-Quién habrá sido el chivato. -dijo con ironía. -Enjolras, sé que quieres decirme algo.

-Claro que no. -respondió, ofendido. -Me gustaría que nos conociéramos más, la verdad. Sé que tienes unos padres muy raros y unos hermanos muy pesados, me lo han dicho Courf y Ferre. -Emma alzó una ceja, pero no dijo nada; no mentían. -Pero imagino que algo más habrá en tu vida.

-Evidentemente. -la cafetera italiana empezó a chillar, y Emma repartió el café en dos tazas. Les puso leche hirviendo, y sacó unas galletitas. Se sentó en la mesa. -La verdad es que yo no sé mucho de tu vida tampoco.

-Ya, bueno, pero no estamos hablando de mí. A ti te gustan las mujeres ¿verdad? -dijo sin rodeos.

Y ahí estaba eso que se moría por preguntar; Emma era muchas cosas, pero tonta desde luego que no, y Enjolras parecía muy impaciente por saber algo.

El líder había barajado todas sus opciones, y llegó a la conclusión de que la única persona con la que podría hablar de ello sin que fuera raro era con Emma. Sabía que Grantaire en ese momento no estaba en casa, porque había ido con Combeferre a un mercado a comprar fruta, así que aprovechó.

-Pues sí. -le dio un sorbo al café. -Chicas y chicos.

- ¿Y cómo supiste que te gustaban las mujeres?

-Simplemente lo supe; cuando tenía catorce años me empezó a gustar una amiga, así que llegué a la conclusión de que era lesbiana. Me di cuenta de que me seguían gustando los chicos, así que eso significaba que era bisexual. Ya está, eso lo resume, básicamente.

-Ah... -esa no era la respuesta que Enjolras estaba esperando; esperaba algo mucho más complejo, una revelación que le cayera sobre la cabeza como una luz divina que le resolviese todas las preguntas. No fue capaz de esconder su decepción.

E P I F A N Í A   ||Les Miserables (enjoltaire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora