36. Permets-tu?

62 4 17
                                    


Victor Hugo era un hombre noble a sus ideales; si ya había sido controversial con anterioridad ¿qué le hacía esta vez temer como para no cumplir con su voluntad? Algo había pasado antes de la llegada de nuestros dos revolucionarios, pero el qué era aun un interrogante para ellos. No obstante, algo tenía el muchacho de pelo rizado que consiguió que su deber con la ciudadanía tirase de él hasta el sonido de la explosión, los gritos, y lo los disparos.

Lo primero que hicieron al llegar fue ayudar a los heridos que había en el suelo; Victor Hugo ayudó a Grantaire con un hombre de unos cuarenta años, que había quedado atrapado bajo un mueble de la barricada que se había resbalado, y había caído en él después de que hubiese recibido un disparo. Justo entonces, el autor presenció su primera tragedia personal en aquel escenario: su compañero había sido disparado mientras intentaba ayudar, y había muerto en el acto.

La guardia real avanzada a paso rápido, y empezó a escalar por la barricada. Grantaire intentaba separar a Victor Hugo de su amigo, y al final lo consiguió, pero no era ajeno a lo que estaba ocurriendo. Compartió una mirada con Enjolras. Justo a los pies de R, había un hombre muerto, aún con su escopeta en la mano. Se la quitó de un tirón, y se la lanzó a Enjolras, quien no dudo en cogerla y disparar a un soldado que acababa de apuñalar a un anciano en la cresta de la barricada.

Los soldados se retiraron un poco ante la ofensiva de los milicianos; no obstante, volvió el capataz al frente. Victor Hugo, banderín de Francia en mano, salió de la barricada, y se dirigió a los soldados diciendo así:

-Soy el representante Victor Hugo; nosotros somos la república, nosotros, que representamos la ley, os pedimos que detengáis este ataque ahora mismo, por la ley de Napoleón, viva la Constitución, y los derechos de las gentes.

-Monsieur lo siento. -dijo el capataz. -pero aquí el que se alza contra el rey no es buen ciudadano.

-No es buen ciudadano aquel que lo enfrenta a su vecino que lucha por aquello que es justo.

-Le aconsejo volver, Monsieur. -El capataz se dio la vuelta en su caballo hacia los soldados, apunto de dar nuevas órdenes.

Grantaire veía a los soldados como una masa de lucha, una máquina de matar que se mueve como un gran monstruo de numerosas piernas. No obstante, Victor Hugo estaba delante de ellos, y se dirigió directamente al pelotón, viendo todas sus caras, viendo a personas individuales.

-Soldados, no lo hagáis; todos somos la ley.

Pero los soldados hicieron caso omiso y adoptaron posiciones. Victor Hugo corrió de nuevo dentro de la barricada, y el movimiento en esta comenzó de nuevo; a Grantaire le dieron también un arma, y se colocó al lado de Enjolras. Mala suerte para él, era la primera vez que atacaba en una barricada.

Enjolras, como se dio cuenta, no parecía estar tan emocionado como en la última barricada, y tampoco tenía aquel brillo de la esperanza de victoria en él, aunque sabía perfectamente que las barricadas ganarían esa vez. Era un hombre más allí, no más diferente que otro estudiante de allí o que el propio Grantaire.

Justo cuando Victor Hugo pasó el último pie por el hueco por el que había salido y entrado, empezó el ataque.

Grantaire había utilizado armas en su juventud, con sus amigos del pueblo, pero había perdido la práctica hasta su llegada al Pineda: dio gracias a las clases de tiro de Emma. Enjolras, por su parte, no fallaba ni una; cada vez que apretaba el gatillo, un soldado caía al suelo.

E P I F A N Í A   ||Les Miserables (enjoltaire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora