29. Ingobernable

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Caminaban en silencio todos juntos por la calle de vuelta a casa; Emma tenía su brazo entrelazado con el de Grantaire, y Combeferre la miraba de vez en cuando con ojos brillantes. Courfeyrac y Enjolras también andaban con los brazos entrelazados; Enjolras tenía la sensación de que al día siguiente Courfeyrac no se levantaría de la cama, hacía ya mucho rato que no pronunciaba palabra y miraba al suelo con ojos vacíos.

Enjolras miraba a Grantaire de vez en cuando también, y Grantaire le miraba a él. Los versos del solo de Grantaire se repetían en su cabeza constantemente, al igual que su momento en la calle y en la puerta; sintió frío cuando se separaron. Grantaire se arrepentía de no haberlo besado justo ahí, pero a la vez sería aprovecharse de su debilidad. Enjolras le tenía, más que nunca, completamente confundido; no era capaz de saber que significaban sus actitudes, y lo cierto es que Enjolras tampoco lo sabía. Grantaire deseaba volver a casa y contarle a Emma todo lo que había pasado en la misión anterior y esa noche. Se arrepentía de haber ido, de haberlos llevado; tal vez no estaban listos al fin y al cabo.

Se escuchaba un grupo de gente venir en la dirección contraria. Cuando acabaron frente a frente, no le hicieron caso alguno. No obstante, alguien le llamó y se lanzó a él en un abrazo. Grantaire abrazó a la persona un poco desubicado, hasta que reconoció la voz de Samu. Iba con un grupo mayor de amigos, muchos de los cuales saludaron a R pues estaban en su clase y se conocían. Emma se colocó al lado de Combeferre, quien le dio un cigarro.

A Grantaire le contaban y preguntaban cosas, mientras él respondía a lo que podía. Entonces, encima del hombro de Samu (quien por cierto, estaba borracho a pesar de no beber casi nunca), pudo ver a Enjolras. Se miraban a los ojos profundamente. Las pupilas de Enjolras temblaron, su mandíbula también tembló y luego se tensó, y apretó los labios a la vez que parpadeaba varias veces. A Grantaire le pareció que estaba triste, y en efecto lo estaba; de un momento a otro, sintió los labios de su compañero de clase sobre los suyos, y vio como Enjolras apartaba la vista. No solo eso, sino que se dio la vuelta. Su mano tembló en su bolsillo izquierdo, mientras la apretaba varias veces de manera involuntaria.

Emma lo vio todo, y mientras que el grupo intentaba que Grantaire se uniera a ellos, compartió una mirada con Combeferre, que también lo había visto.

-¿Qué está haciendo con la mano? -le preguntó al oído.

-A veces lo hace. -le respondió de la misma forma. -Estoy seguro de que es un toc provocado por el trauma de lo que pasó.

Emma asintió levemente, y no añadió nada más.

Grantaire se los quitó de encima y se disculpó con los demás por aquel indeseado encuentro. Nadie dijo nada sobre el tema otra vez, y sus caminos llegaron al punto en el que se separaban. Se despidieron con un abrazo, y cuando solo quedaban Enjolras y Grantaire por despedirse, el primero se dio la vuelta y se fue.

Mientras que Emma y Grantaire andaban de vuelta a casa, de un momento a otro, Grantaire rompió a llorar; Emma le abrazó y dejó que se desahogase con ella.

-Buenas noches, Courf. -Courfeyrac no respondió y se encerró en su cuarto. Combeferre suspiró. -Enjolras ¿por qué no te has despedido de Grantaire?

-Porque no he querido.

-Él ha salido a buscarte cuando te has ido antes. No ha sido muy maduro por tu parte eso de hacerle el vacío ahora.

-¿Me vas a dar una lección de madurez ahora? -intentaba parecer enfadado, pero ni el tono ni las formas daban el pego; temblaba por todas partes. Combeferre hizo la pregunta mortal.

E P I F A N Í A   ||Les Miserables (enjoltaire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora