Llegó al fin el momento de volver a la ciudad, y Emma no podría estar más emocionada.
Sus vacaciones se volvieron un poco cuesta arriba después de la visita de Combeferre y Courfeyrac, todo por culpa de su madre.
Estaba convencida de que su hija estaba saliendo con alguno de los dos, preferiblemente el abogado; esto era porque se le hizo el más simpático y el que más podría agradarle a su marido y al resto de su familia. El otro, al ser medio cubano, a su marido no le haría tanta gracia. En fin, el encanto de una familia española.
Emma estuvo harta de escuchar a su madre hablar de los increíbles ojos verdes que tenía Courfeyrac y de la cara tan simpática que tenía. Claro que Courf era guapo, pero no era su tipo. Combeferre era alguien que le parecía mucho más atractivo; se le hacía un poco parecido a Pedro Pascal.
Aguantó hasta que tuvo que aguantar, y salió por patas de vuelta a Granada. Llegó por la noche, y Grantaire no estaba (había quedado con Manu, otra vez), y se acostó porque estaba que desfallecía.
A la mañana siguiente despertó de muy buen humor; se levantó, se lavó los dientes y la cara, se vistió, y salió a correr. Tenía los auriculares puestos, evidentemente, y se pudo sumergir en su mundo en completa paz. A esa hora había poca gente corriendo por el parque, y ese día todavía menos al ser pleno enero. Estaba tan metida en la música, que ni se dio cuenta cuando pasó de largo a Combeferre.
Combeferre si la vio, y la llamó, pero ella no le escuchó. Intentó seguirle el ritmo, pero era bastante más rápida que él. Se rindió, y una vez ella paró, puedo alcanzarla y darle unos golpecitos en el hombro para que le notase. Ella se sobresaltó, pero sonrió cuando se dio la vuelta y se encontró a un buen amigo.
-¿Cómo tú por aquí? -anduvieron con tranquilidad de vuelta a la salida del parque.
-Bueno, sugeriste que fuéramos a correr, y aquí estoy. Creo que me queda un tiempo para seguirte el ritmo, sin embargo. -Emma sonrió. -¿Qué tal el resto de las vacaciones?
-Bueno, podría ser peor supongo. ¿Y tú?
-No me quejo. Sabes, de hecho, muy bien. Es Enjorlas, está mucho mejor.
-¿No me digas?
-Sí, pasa mucho tiempo con nosotros en casa; antes siempre se quedaba encerrado, pero desde que Courfeyrac nos ha obligado a ver una serie con él, está siempre con nosotros ahora.
-No te haces una idea de lo mucho que me alegro de oírlo, de verdad. ¿Y qué serie es?
-Juego de Tronos se llama.
-Uf, que mal la última temporada...bueno, no te digo nada mejor. Me alegro de verte, hacía mucho que no nos veíamos. ¿Te contó Enjolras la misión que tuvieron?
-Sí, pero no sé como se le ocurre a Ambrosio ponerlos solos en una misión, encima con María Antonieta.
-Bueno, es que Ambrosio tiene muy buen sentido del humor. -miró la hora. -Dios, no me apetece nada ir a clase hoy.
Como si sus plegarias hubiesen sido escuchadas, sus teléfonos vibraron: una misión.
-Pues es tu día de suerte.
Al llegar al Pineda, se encontró también con Courf y Enjolras de nuevo. A Courf le dio un abrazo, y para su sorpresa Enjolras también abrió los brazos dispuesto a recibir uno, que aunque no tuvo la misma efusividad, fue un bonito detalle. Algo había raro en Enjolras, y tardó un poco en darse cuenta de qué, hasta que le vino a la cabeza la imagen de él la última vez que le vio; sonreía. Era una mueca, casi imperceptible, pero ahí estaba.
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E P I F A N Í A ||Les Miserables (enjoltaire)
Ficción histórica1832, París guarda silencio tras el último disparo que resuena en el Corinto, marcando el fin de la revolución de junio. Cuatro amigos de la llamada sociedad del ABC despiertan en un entorno desconocido, y Emma Olivares, la responsable de su salvac...