23. El Ateneo

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Llegó al fin el momento de volver a la ciudad, y Emma no podría estar más emocionada.

Sus vacaciones se volvieron un poco cuesta arriba después de la visita de Combeferre y Courfeyrac, todo por culpa de su madre.

Estaba convencida de que su hija estaba saliendo con alguno de los dos, preferiblemente el abogado; esto era porque se le hizo el más simpático y el que más podría agradarle a su marido y al resto de su familia. El otro, al ser medio cubano, a su marido no le haría tanta gracia. En fin, el encanto de una familia española.

Emma estuvo harta de escuchar a su madre hablar de los increíbles ojos verdes que tenía Courfeyrac y de la cara tan simpática que tenía. Claro que Courf era guapo, pero no era su tipo. Combeferre era alguien que le parecía mucho más atractivo; se le hacía un poco parecido a Pedro Pascal.

Aguantó hasta que tuvo que aguantar, y salió por patas de vuelta a Granada. Llegó por la noche, y Grantaire no estaba (había quedado con Manu, otra vez), y se acostó porque estaba que desfallecía.

A la mañana siguiente despertó de muy buen humor; se levantó, se lavó los dientes y la cara, se vistió, y salió a correr. Tenía los auriculares puestos, evidentemente, y se pudo sumergir en su mundo en completa paz. A esa hora había poca gente corriendo por el parque, y ese día todavía menos al ser pleno enero. Estaba tan metida en la música, que ni se dio cuenta cuando pasó de largo a Combeferre.

Combeferre si la vio, y la llamó, pero ella no le escuchó. Intentó seguirle el ritmo, pero era bastante más rápida que él. Se rindió, y una vez ella paró, puedo alcanzarla y darle unos golpecitos en el hombro para que le notase. Ella se sobresaltó, pero sonrió cuando se dio la vuelta y se encontró a un buen amigo.

-¿Cómo tú por aquí? -anduvieron con tranquilidad de vuelta a la salida del parque.

-Bueno, sugeriste que fuéramos a correr, y aquí estoy. Creo que me queda un tiempo para seguirte el ritmo, sin embargo. -Emma sonrió. -¿Qué tal el resto de las vacaciones?

-Bueno, podría ser peor supongo. ¿Y tú?

-No me quejo. Sabes, de hecho, muy bien. Es Enjorlas, está mucho mejor.

-¿No me digas?

-Sí, pasa mucho tiempo con nosotros en casa; antes siempre se quedaba encerrado, pero desde que Courfeyrac nos ha obligado a ver una serie con él, está siempre con nosotros ahora.

-No te haces una idea de lo mucho que me alegro de oírlo, de verdad. ¿Y qué serie es?

-Juego de Tronos se llama.

-Uf, que mal la última temporada...bueno, no te digo nada mejor. Me alegro de verte, hacía mucho que no nos veíamos. ¿Te contó Enjolras la misión que tuvieron?

-Sí, pero no sé como se le ocurre a Ambrosio ponerlos solos en una misión, encima con María Antonieta.

-Bueno, es que Ambrosio tiene muy buen sentido del humor. -miró la hora. -Dios, no me apetece nada ir a clase hoy.

Como si sus plegarias hubiesen sido escuchadas, sus teléfonos vibraron: una misión.

-Pues es tu día de suerte.

Al llegar al Pineda, se encontró también con Courf y Enjolras de nuevo. A Courf le dio un abrazo, y para su sorpresa Enjolras también abrió los brazos dispuesto a recibir uno, que aunque no tuvo la misma efusividad, fue un bonito detalle. Algo había raro en Enjolras, y tardó un poco en darse cuenta de qué, hasta que le vino a la cabeza la imagen de él la última vez que le vio; sonreía. Era una mueca, casi imperceptible, pero ahí estaba.

E P I F A N Í A   ||Les Miserables (enjoltaire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora