28. Achille et Patrocle

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Grantaire había estado ocupado en aquel asunto hacía casi tres semanas; se había partido la cabeza buscando fechas, lugar, hora, entradas. No habría sido tan difícil si no hubiese estado mirando en todos los años posibles. Por fin consiguió lo que necesitaba: ahora solo faltaba ser capaz de meter a los otros tres en el asunto sin que supiesen que estaban haciendo, y lo más importante y complicado de todo: que Emma no se enterase bajo ningún concepto.

La chica ya estaba sospechando, podía notarlo perfectamente: se le quedaba mirando fijamente cuando pasaba más de media hora con el ordenador, y él se inventaba cualquier tontería poco creíble. Se le estaba haciendo muy duro, sobre todo porque era algo que ella bajo ningún concepto permitiría jamás, y se enfadaría mucho con él si se enteraba de que había sido el artífice de toto aquel asunto.

El día de antes actuó con total normalidad hasta el mediodía: misión. Esperaba que no les llevase demasiado tiempo, aunque por desgracia tenía todas las de perder; la misión incluía a María Antonieta, otra vez, y tenían que convencerla, otra vez, de que llevase acabo algún exceso que pusiera su reputación por los suelos. Esta vez, convencerla de que se acostase con el conde Fersen, un sueco con el que supuestamente (y al parecer, verdaderamente) mantuvo un idilio durante la estancia de él en Versalles.

Enjolras no estaba para nada contento, y esto hacía que el asunto de Grantaire tomara gran fuerza. Puso en marcha su plan mientras que se dirigían a la zona de Caracterización.

-Que coñazo, otra vez con la señora esta ¿verdad? -Enjolras gruñó molesto. -Ojalá nos encontremos una banda de parisinos molestos, como la otra vez.

-No creo que tengamos esa suerte, para nuestra desgracia. -esbozó una sonrisa.

Tanto Enjolras como Grantaire se miraron con nerviosismo cuando al llegar estaba Buñuel sentado en la silla. Al parecer iría con Clarita y con Bustos. Todos los que acababan de ingresar en la estancia sintieron piedad por la chica.

Emma saludó con normalidad y se sentó al lado de Buñuel; Combeferre y Courfeyrac se dieron cuenta de las miradas que Enjolras y Grantaire compartían. Combeferre miró al desconocido, intentando recordar de que le sonaba, pero no daba con el recuerdo en el que lo hubiese visto. Los cuatro tuvieron que esperar a que la otra patrulla acabara de prepararse, y aprovecharon para salir y no ocupar tanto espacio. Ese fue el momento de las preguntas.

Enjolras y Grantaire contaron todo lo que sabían de Buñuel a los otros dos, que quedaron, igual que todo el mundo que lo sabía, atónitos. Callarían, pero se les haría difícil no fijarse en ambos. Combeferre supo porque le parecía conocido una vez volvió a entrar y se fijó en él otra vez; las ojeras, y quizá los labios.

-Niña. -Buñuel se dirigió a Emma. - ¿Me puedes dar las gafas esas? -Emma levantó la vista de "La señorita Dalloway", y miró las gafas con desinterés. Se las entregó sin mayor espectáculo. -Gracias. -Buñuel la volvió a mirar con curiosidad. Los demás observaban la escena.

-¿Quieres algo más? -Emma no levantó siquiera la vista de su libro.

-¿No sabes quién soy?

-Sí ¿y?

-Ah, ya decía yo. -se colocó las gafas y se miró en el espejo. Tenía algo más de treinta años en ese momento. – Y bueno, has hecho muchas misiones...-miró en el espejo a la pared en la que se estaban apoyando Les Amis. -Ah, hola otra vez.

-Hola. -respondió Grantaire. Enjolras hizo un ademán con la cabeza.

-Si vosotros estáis aquí, entonces... -señaló a Emma. -¿Eres Emma Olivares?

E P I F A N Í A   ||Les Miserables (enjoltaire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora