Correr en un vestido del 1850 era muy difícil; ya lo había hecho, pero eso no le quitaba dificultad en absoluto. Al menos, se ahorraba trabajo porque Grantaire estaba tirando de ella. Corrieron mucho, dejándose la vida. Emma siquiera conocía cuál era el destino al que se dirigían, solo seguía a R sin soltar su mano. Atrás había quedado su sombrero, su torso se removía incómodo en su corsé, pero ella no aminoraba la velocidad. R se metió por callejuelas, para Emma todas iguales, esquivando a las personas que ese día hacían vida normal. Ella ya ni sabía cuanto llevaban corriendo, pero debió de ser alrededor de media hora, pues de pronto se encontraron en la verja de la casa de la Rue Rivoli. Grantaire penetró en el ahora vacío hogar, y cerró tras él. El servicio había dejado las ventanas con las cortinas abiertas, pero los visillos echados. Estaba todo en silencio, excepto por sus respiraciones suplicantes por agua; sus gargantas suplicaban y arañaban sus cuerdas vocales, en busca de hidratación. Se tiraron al suelo de la entrada, hasta que se pudieron recuperar.
-Joder. -dijo Grantaire a los cinco minutos.
-Al menos hemos despistado a la policía. -Emma se apoyó en su codo derecho, mirando a Grantaire.
-Ya, es verdad. -Grantaire se levantó, y ayudó a Emma. -¿Ahora qué?
-Tenemos que llegar a Guernsey.
-Ya, si hasta ahí llego.
Emma se puso a dar vueltas por el espacio, intentando idear; ir al puerto parecía lo más sensato, pero el estúpido de Marius ya le habría contado a la policía que habían sido ellos los que le habían amenazado. Si ese era el caso, había que actuar rápido.
-Eres consciente de que no tardarán en llegar aquí ¿verdad?
-Vale, Emma. Tenemos que salir de aquí. -Grantaire empezó a subir las escaleras, y Emma lo siguió. -Por lo pronto, yo me voy a afeitar y a cortarme el pelo. Es un patético intento de que no me reconozcan.
-Bueno, algo es algo.
Mientras que Grantaire se afeitaba, Emma le cortaba el pelo de forma desaliñada, sin mucho cuidado, e ideaban un plan.
-R, ropa de hombre, rápido.
-Te va a estar grande. Bueno, coge algo de Enjolras a ver.
Emma se vistió de hombre de la forma más fiel que pudo, cubriéndose los pechos, recogiéndose el cabello bajo un sombrero, y adoptando poses que se categorizaban como masculinas. Si Marius había denunciado, habría dicho que iba con una mujer, pero no sabía su nombre, así que buscaban a una mujer que no existía en los registros de ningún país.
Viajarían a carruaje hasta Normandía, y allí cogerían un barco hasta la isla. Tenían que salir de la Isla de Francia, no solo de París. Aquello parecía fácil, pero les iba a tomar muchos días cruzar todo el territorio normano hasta llegar a la costa. Intentarían coger un barco en El Havre, pero no se detendrían allí más de un día; si no había barco, les tocaba andar. Emma sugirió el tren, pero Grantaire le dijo que descubrirían que no era un hombre, pues la podrían observar más detenidamente.
Salieron de la casa; habían cogido algunas pistolas que tenía Enjolras guardadas, además de algunos cuchillos que se había guardado Emma. Fueron y alquilaron un carruaje por veinte sueldos, y se dirigieron camino a Saint Denis. En un punto donde tuvieron que parar en zona peatonal, un muchacho les intentó vender un periódico, que Grantaire compró, para comprobar que efectivamente, Enjolras aparecía en una de las primeras páginas, catalogado como un enemigo del Estado. Bufó, y dejó el periódico en manos de Emma.
ESTÁS LEYENDO
E P I F A N Í A ||Les Miserables (enjoltaire)
Historical Fiction1832, París guarda silencio tras el último disparo que resuena en el Corinto, marcando el fin de la revolución de junio. Cuatro amigos de la llamada sociedad del ABC despiertan en un entorno desconocido, y Emma Olivares, la responsable de su salvac...