32. La Despedida

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Convivieron más de una semana juntos, y así es como fue:

La primera mañana R se marchó de allí para irse a acabar unos trabajos de clase que, entre una cosa y otra, estaban a medio hacer.

Enjolras se levantó justo después de que Grantaire se marchase, y soñoliento, se tiró en sofá donde R había dormido esa noche; olía a él, y Enjolras formó una involuntaria sonrisilla en sus labios. 

El tiempo en que Emma estaba ausente, no se libraron del trabajo; ya estaban lo suficientemente capacitados para ir los cuatro solos, pero solo tuvieron una: tuvieron que poner en la mesa de regalos de la reina Catalina de Rusia unos pendientes de diamantes, es todo. Fue una tontería, peor de lo que sonaba, porque hubo complicaciones; Courfeyrac se quería quedar en la fiesta y se perdió entre la gente.

Emma se fue un lunes y no volvió hasta el jueves siguiente, y sorprendentemente, una semana y cuatro días daban para bastante. El episodio más divertido de todos fue cuando Grantaire los convenció para fumarse un porro. Se pusieron un capítulo de Juego de Tronos y se hicieron una cantidad inhumana de crepes con azúcar y mermelada. Ver la muerte de Joffrey Lannister drogado es una buena experiencia. 

Grantaire tenía la costumbre de mandarle a Emma un mensaje todos los días, le contaba que hacía y le decía que la echaba mucho de menos; ella no respondía, pero no le importaba, él lo único que quería era que la chica sintiese que importaba y que no se olvidaba de ella. Combeferre no se quedaba lejos, no le escribía todos los días, pero si bastante de seguido; no quería agobiarla. Courfeyrac le enviaba fotos de lo que hacía. Enjolras le mandó un libro lleno de anotaciones en una librería de segunda mano, y se la envió porque ella hacía justo lo mismo.

Grantaire tuvo un par de sueños húmedos con Enjolras; estaba a una puerta de distancia, así que su mente tiraba hacia la idea de él como una mosca al azúcar.

En uno de ellos, Enjolras aparecía súbitamente en su regazo, le acariciaba y dejaba ser acariciado. Fue muy real, porque le tocó el cabello y la cara, y su mente conocía ya la sensación de esas partes de él. En otro, estaban en el Musain, y él estaba bebiendo, el líder llegaba y le quitaba la botella. Daba la impresión de que le iba a pegar, y le pegó contra la pared por los hombros, no obstante, en lugar de hacer eso, impactó sus labios contra los suyos. No era un beso salvaje y desesperado, sino uno lento, lleno de pasión y provocador. Nunca le habían besado así, y probablemente no lo haría nadie jamás, pero ese beso parecía acorde a Enjolras. Se levantó con una erección, y maldijo por no poder descargar pasiones.

Era al fin jueves, y Emma volvía a la ciudad. No avisó a nadie, llegó por la tarde y Grantaire estaba fuera de casa. Dedujo que estaba en el Pineda, entrenando, y ella se quedó en casa.

Había tenido mucho tiempo para meditar las cosas, y había permanecido completamente desconectada. Su abuela le quitó el teléfono, así que no vio todos los mensajes hasta que se montó en el autobús y lo encendió otra vez. Le enternecieron a más no poder.

Los había echado muchísimo de menos, a todos; tenía siempre la inercia de coger el teléfono y de contarle algo a R, pero no podía. Cuando vio la cantidad de mensajes que tenía de él le dieron ganas de llorar. Es cierto que tenía todo el derecho de enfadarse con ellos por no contarle la verdad sobre su padre cuando ellos lo sabían, pero también tenía que darles a ellos una disculpa, porque se encontraron en una situación violenta, e hicieron lo que consideraron mejor. Combeferre no le había escrito de tan seguido, pero repitió muchas veces que tenía ganas de verla y que esperaba que estuviese mejor, que las cosas por ahí estaban bien relativamente, pero que sin ella nada era lo mismo. Le pedía que regresara pronto, y también le contaba algunas cosas sobre lo que había estado pasando; Parker y Courf seguían coqueteando entre ellos. Le gustaban mucho las fotos que le mandaba Courf, guardó muy bien la que envió fumado; salía muy gracioso. Enjolras no habló mucho, pero ella sabía que él era así; el único mensaje que le mandó fue suficiente para ella. También le quería mucho, tanto como a los otros. Se moría de ganas de verlos.

E P I F A N Í A   ||Les Miserables (enjoltaire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora