–Bueno. –Enjolras miró el reloj de la pared por cuarta vez en aquella media hora– ¿Vienen o no vienen?
–Y yo qué sé. –bufó Parker– Quizá han tenido un contratiempo.
Estaban todos juntos en el salón de las visitas a excepción del pequeño Lázaro. Emma y Grantaire fumaban mientras jugaban entre ellos a las cartas, empezaron cuando los señores Parker ya llevaban diez minutos de retraso, aburridos de mirar el reloj con la tensión de los demás.
–Relájate, Parker. –Combeferre dejó su copa de vino en el brazo del sillón– .No hay nada que puedan hacer ya; Courfeyrac es el que decide tu destino como esposo.
Estaban los recién nombrados marido y mujer separados por toda la distancia que se podrían haber puesto entre ellos. No se habían hablado desde la firma de los documentos que los ataban el uno con el otro, habían evitado la presencia del otro en sus parámetros con todas las ganas que pudieron. Courfeyrac se pasó aquellos días en la cama, a punto de sufrir un colapso nervioso; nunca se había sentido tan desgraciado como en ese momento desde hacía cinco años. Jamás pensó que la vida moderna, aquel mundo al que le llevaron para salvarlo de la muerte, se iba a convertir en su hogar. De nuevo se encontraba donde se supone que pertenece, siglo XIX, todo lo que conocía y los nuevos avances que habían hecho desde la última vez que vivió en él; sin embargo, el haberlo tenido todo en el siglo XXI hizo que ese tiempo se le presentara lúgubre y hostil. Deseaba que nada hubiera cambiado jamás, deseaba haberse contentado con saber que Enjolras y Grantaire sobrevivieron y fueron felices juntos. Desearía haber sido más racional y haber pensado en todo lo que se estaba jugando.
Y de repente, estaba casado a punto de conocer a sus suegros. La idea había sido suya, porque en el momento en el que se presentó el problema parecía la solución más fácil. No fue hasta que estuvo frente al cura diciendo sus votos matrimoniales, hasta que escuchó como de sus bocas salía el "Sí quiero" menos sincero que había escuchado que se dio cuenta del problema en el que se había metido. Parker era muy guapa, siempre había tenido cierta atracción física hacia ella, y nunca podría haber llegado siquiera a imaginar el rechazo que en aquel momento le provocó besarla.
–Ya. –murmuró Parker por lo bajo. Courfeyrac sentía que en cualquier momento iba a vomitar o a desmayarse.
Tenían la historia perfectamente montada: se conocieron seis meses atrás. Parker empezó a trabajar como doncella para Emma en su casa de París y estrecharon lazos y compartieron confidencialidades; más tarde, se convirtió en la protegida de Enjolras después de la supuesta insistencia de Emma en devolverla al lugar en sociedad que merecía. Así pues, conoció a Courfeyrac y el resto era historia. O al menos, ese era el plan. Ambos se conocían lo suficiente como para no necesitar un repaso de todos sus gustos y afanes. La historia era dulce, un joven y despreocupado abogado que se enamora locamente de la protegida de suprimo y se casa con ella a los meses de conocerla sin echarle cuentas a la falta de dote de la muchacha.
–Emma eres una tramposa de mierda. –dijo Grantaire enfadado.
–No es que sea una tramposa, es que eres malísimo.
–No te tropieces con las treinta enaguas que llevas.
–Contigo no se puede jugar a nada. –bufó Emma, levantándose y andando en dirección a Parker. Se sentó a su lado. Era tan raro verla así, tan pequeña y vulnerable. Emma le dio la mano y la apretó con fuerza. Parker le devolvió el apretón– Todo va a salir bien.
Parker sonrió en agradecimiento, pero en el fondo sabía la verdad. Sí, podría engañar a sus padres y verlos zarpar hacia Irlanda al día siguiente, pero su marcha no ponía punto y final a sus problemas. De pronto, estaba casada; llevaba una alianza en el dedo, Courfeyrac había sido lo suficientemente atento como para dársela. No obstante, aquel anillo se le hacía más pesado que cualquier cadena que pudiese colgar de sus muñecas. Ahora era Madame de Courfeyrac, por mucho que quisiera ignorarlo, era lo único en lo que podía pensar en esos momentos.
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E P I F A N Í A ||Les Miserables (enjoltaire)
Ficción histórica1832, París guarda silencio tras el último disparo que resuena en el Corinto, marcando el fin de la revolución de junio. Cuatro amigos de la llamada sociedad del ABC despiertan en un entorno desconocido, y Emma Olivares, la responsable de su salvac...