15. Tiempo de artistas.

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A veces, de forma inevitable, prefería quedarse acostado todo el día. Sabía cuando los momentos así se acercaban, unos días antes dejaban pistas para que se hiciera a la idea. Lo tuvo antes de irse a la cama el día anterior, y de una forma u otra sabía que perduraría hasta la mañana siguiente. También lo sintió mientras se preparaba para ir a la fiesta, una desagradable sensación en la boca del estómago que le instaba a quedarse en la cama.

No se levantaría, era fin de semana para rematar, así que no se perdería nada. Puso música lúgubre para acompañar su estado de ánimo, se cubrió con la manta hasta las orejas, y ahí se quedó. A eso de las once de la mañana, llegaron Combeferre y Enjolras.

Ellos ya conocían un poco esos episodios en la vida de Courfeyrac, y aunque hubo un tiempo en el que intentaban quitar las malas sensaciones y los malos pensamientos de su cabeza, llegó un punto en el que tras un acercamiento delicado, que perfectamente sabían que no funcionarían, dejaban a Courfeyrac en su mar de agonía, sin poder hacer absolutamente nada.

-Eh, Courf. -Enjolras le acarició la cabeza suavemente. -tenemos que irnos a trabajar. -Courfeyrac no respondió. No iba a hacerlo.

-Diremos que te encuentras indispuesto. -Combeferre le sirvió un vaso de agua y se lo dejó en la mesita de noche. -come algo más tarde.

-Lo siento. -murmuró. Era lo único que sabía decir en esas situaciones; parecía lo mejor que podía decir, lo único que podía hacer para compensar esa actitud que tanto detestaba.

-No hay nada que sentir.

Combeferre y Enjolras se fueron. No comentaron nada, los dos pensaban lo mismo; no habían hecho lo suficiente, nunca sabían que hacer. Se sentían fracasados, sentían que no eran buenos amigos. Temían que Courfeyrac se sintiera poco importante, que algo terrible le pasara por la cabeza. Era una situación muy angustiosa.

-Llegáis tarde. -comentó Ambrosio. -Y os falta uno.

-Se encuentra indispuesto. -respondió cortante Enjolras. Emma y Grantaire miraban desde sus asientos con los brazos cruzados.

-¿Qué le pasa? -preguntó Grantaire.

-No te importa. -respondió, sin mirarle a la cara, el líder. Grantaire se irguió en su asiento.

-La verdad que sí, me importa bastante, porque es mi amigo.

-Son jaquecas, nada más. -se apresuró a contestar Combeferre, cuando vio que Enjolras estaba a punto de tomar la palabra. -es mejor que se quede descansando.

Enjolras fulminó a Grantaire con la mirada, cosa que acostumbraba a hacer; para su sorpresa, la cual evidentemente ocultó, Grantaire también le miró mal. Normalmente se hubiera reído, tal vez hubiera hecho un comentario cínico, o simplemente nada. Esa vez no, esa vez decidió mirarle mal.

-Bueno, esperemos que se recupere pronto. -comentó Ambrosio. -la misión.

Esta vez, la misión era a una época conocida por todos, con personajes muy fáciles de reconocer y localizar: debían viajar a la Italia del siglo XVI, al Renacimiento. Miguel Ángel había parado de trabajar en la Capilla Sixtina, y evidentemente eso no podía permitirse.

-No parece muy difícil. -comentó Enjolras. Emma y Grantaire se carcajearon.

-Por favor, Miguel Ángel debe ser de los artistas con más genio que ha parido Europa.

E P I F A N Í A   ||Les Miserables (enjoltaire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora