35. La puerta 313

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Ambrosio tenía el presentimiento de que iba a ser un día movidito. Era un inocente pensamiento en una mañana en la que se había levantado de mal humor, pero al final del día, cuando uno piensa que algo va a suceder, normalmente suele suceder.

Enjolras se había levantado un poco decaído en humor. Ese día pintaba raro, y nada más salir de la cama, estaba deseando volverse a meter. Se preguntó si habría que trabajar ese día, si harían algo diferente: esperaba y deseaba ver a Grantaire ese día. Como es evidente, él no le propondría al pintor verse, por lo que esperaba que Emma invitara por la tarde a café, o algo así.

Emma se había tomado la libertad de no seguir su rutina mañanera ese día, se levantó más tarde y conversó con R un rato en la cocina, mientras desayunaban. Él le preguntó si vería a Ferre, y ella le respondió que no estaba segura. A la mañana siguiente de su desliz en casa de los Orleans, no hablaron del tema; solo habían pasado unos cinco días, pero ella estaba de los nervios ya. No sabía que quería Ferre de ella, y no sabía que quería ella de Ferre. Le iba a escribir para decirle que tenían que hablar sobre lo sucedido, pero Courfeyrac le dijo lo ocupado que estaba últimamente estudiando, y no quiso que su buen rendimiento se viera afectado por ella.

Grantaire no tenía expectativas ni planes para el día: hizo lo de todas las mañanas, iría a clase como todos los días, volvería y procrastinaría. Se preguntó que haría Enjolras ese día; quería verle. Podría decirle de ir a por un café, pero era algo muy raro en el de hacer, así que prefirió no hacerlo. Quería verle.

Combeferre se levantó de mal humor: toda aquella situación con Emma le estaba volviendo loco, y no entendía su propio comportamiento; no le había dicho nada desde ese día, no habían compartido palabra. El miedo a su rechazo estaba separándole de la chica. Se decidió en hacer del mal día uno bueno: hablaría con ella ese día, iría a su casa.

-¿Qué tal la espalda? -preguntó Courf a Ferre.

-¿Qué?

-Ya sabes; parecía que te habías peleado cuerpo a cuerpo con un tigre. -Enjolras rio ante la ocurrencia, y Ferre los mandó a paseo a los dos.

Enjolras no olvidaba lo que ahora sabía de Grantaire: hubo un punto de su relación en el que el artista sentía cosas hacia él. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Courfeyrac dejó caer que esa atracción existía aún, pues habló en presente. Sentía que la cabeza le iba a explotar. Estuvo dando vueltas a sus interacciones en los meses anteriores, desde más o menos su misión en Versalles cuando solo eran ellos dos y su conclusión fue única y redundante: era completamente estúpido. Estaba ciego, muy ciego, tanto con los sentimientos de él como los suyos propios. Había deseado que le besase desde hacía mucho tiempo, y le había tentado muchas veces. Debía decírselo.

Ambrosio recibió un aviso de emergencia: Victor Hugo no estaba dando señales de que fuera a participar en la barricada del 1848. En el aviso decía que se le veía alicaído, sin esperanzas; algo terrible pasaría si no volvía con la fuerza que debía tener y se ponía a la cabeza del alzamiento en el distrito del que era alcalde.

Había un problema con la puerta 313, que era la que debían coger para ir a este momento de la historia: era una puerta sumamente defectuosa.

Las puertas defectuosas siempre aparecen en el mismo sitio, y tienen una gemela que aparece a la vez. La hermana de esta puerta estaba en un local de París, cerca del Panteón. Esta puerta era la peor en la historia de aquella institución: era completamente irregular. Otras puertas defectuosas aparecían siempre en los mismos intervalos de tiempo y permanecían activas un tiempo determinado. Esa no; podía permanecer activa o cuarenta y ocho horas o dos meses. Cuarenta y ocho horas era el mínimo que tenía, eso era lo único que sabían.

E P I F A N Í A   ||Les Miserables (enjoltaire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora