Los suaves cojines del sofá comenzaban a sentirse como cemento debajo de mí, me moví incómoda mientras esperaba. Metí los pies debajo de mí, frotándome las piernas en busca del calor que desearía que Harry pudiera haberme proporcionado.
Cuando recibimos la llamada sobre su madre, el tiempo pareció detenerse, era como si nada más importara excepto que Harry llegara al hospital. Pero mientras subía al auto, la mano de mi novio tomó suavemente mi hombro, reteniéndome.
—¡No, Harry, voy contigo!— grité, el negó con la cabeza mientras una lágrima brotaba de su ojo.
—Cariño, por favor no, no quiero que veas eso—sabía que estaba imaginando el accidente, cuando el auto chocó con el otro.
—Te amo— dije, la puerta se cerró y salió a toda velocidad al camino. No había reaccionado, no me había resistido y no me había movido. Me metí en la casa, enrollando mi cuerpo en los cojines del sofá en el salón.
Pasaron las horas, no habían llegado llamadas ni mensajes de texto de Harry y pronto se hizo tarde. Mis párpados se volvían más pesados y puse la barbilla en la palma de mi mano para mantenerme despierta. La habitación se estaba volviendo cada vez más fría, no me había movido durante la mitad del día y mis músculos se habían agarrotado.
Podía sentirme deslizándome hacia la inconsciencia, mi cabeza se apartó de mi mano y me desperté con un silencioso clic en la puerta. Giré mi cabeza en esa dirección cuando un angustiado Harry entró. Tenía el pelo revuelto y despeinado por haberse pasado los dedos por él. Unos anillos rojos corrían pesadamente alrededor de sus ojos verdes. Su labio inferior temblaba incontrolablemente y me miró en busca de afecto.
—Agus— susurró y luego negó con la cabeza. Me puse de pie de un salto.
—Harry— apenas hablé, corriendo hacia el y envolviéndolo en mis brazos. Apoyó la barbilla en mi hombro y pude sentir lágrimas calientes salpicando mi piel fría. Sacudió la cabeza vigorosamente, agarrándome con fuerza.
—Ella no se ha despertado, así que no están seguros de como esta— Harry odiaba los hospitales, el olor amargo hacía que su nariz se arrugara y sus ojos se pusieran vidriosos. Ya había perdido a su padre, así que sentía que la vida le estaba jugando una broma.
—Entonces, ¿Por qué...
—Tuve que venir a verte— su voz se quebró y mas lagrimas se acumularon en sus ojos.
Lo llevé a nuestra habitación, dejándolo en la cama y tirando de su espalda a mi pecho, abrazándolo desde atrás. Sollozó en silencio para luego calmarse en mi abrazo. A veces a Harry le gustaba que lo abrazaran, tener la seguridad que yo le podía brindar. No me atrevía a preguntar qué había pasado, necesitaba una distracción para no volver a sumergirse en el dolor. Respiró con dificultad, el aliento se le quedaba atrapado en la garganta ocasionalmente.
Le susurré cuanto lo amaba en voz baja, besando detrás de su oreja. Se dio la vuelta de repente, capturando mis labios con los suyos. Agarré su cuello, tirando de él ligeramente hacia atrás mientras trataba de profundizar el beso.
—Harry, ¿Ahora?— le pregunte en voz baja, mirándolo a los ojos.
—Por favor, Agus— el miró hacia mis labios y asentí, presionando mis labios contra los suyos lentamente.
Suspiró como si no lo hubiera hecho hasta ahora.
—Harry, tu piel está helada— fruncí el ceño, empujando el dorso de mi mano sobre su estómago debajo de su camisa. Me acercó más para luego tirar de mi jersey y quitarme los jeans.