24.

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Tenía ganas de meter la cabeza en un casillero, la gente pasaba y charlaba; las chicas populares movían el cabello en dirección a cualquier cosa que respirara y los nerds repartían cartas de algún juego nuevo o algo así. Esta escuela es un fastidio.

Agarré mi carpeta y la metí en mi cartera mientras me dirigía a Química deseando poder mezclar un brebaje para sacar mi trasero de aquí.

Las persianas estaban bajas y una cinta vieja se colocó en una caja de proyección, la tenue luz iluminó las facciones de los estudiantes que ya estaban en la clase. El profesor de cabello gris frunció el ceño ante aparentemente nada y golpeó al piso con el pie.

Me deslicé en mi escritorio, era el primer día de regreso de las vacaciones y ya estaba a punto de tirarle una silla a la chica rubia a mi lado, ella estaba sonriendo falsamente a la vez que se aplicaba un repugnante color rosa en los labios.

Me sacó de mis pensamientos cuando el proyector hizo un clic y una producción polvorienta de un hombre equilibrando ecuaciones químicas en una pizarra fluyó hacia la pantalla. Deslicé mi cara en mis manos, mirando alrededor de la habitación para ver quién se había molestado en mirar.

Me detuve cuando vi dos botas marrones gastadas rebotando ligeramente sobre un escritorio, piernas largas con jeans rasgados oscuros, los ojos verdes miraron sus manos ásperas mientras él jugaba con los anillos en sus dedos y se lamía los labios.

Me puse rígida en mi asiento, estaba segura de que no lo había visto antes. Sus labios regordetes estaban ligeramente abiertos en un puchero y una maraña de rizos castaños le cubría la cabeza.

—Anya, ¿Puedes decirme qué está tratando de transmitir el profesor de esta película con esta ecuación?

Giré la cabeza cuando escuché mi nombre, entrecerrando los ojos ante la proyección mientras miraba entre el profesor y la imagen en movimiento.

—Hmm— reflexioné, llevándome las uñas negras a mi barbilla con un pensamiento falso—¿Mierda?

Arqueé una ceja, sonriendo con satisfacción. Un estruendo de risa ronca surgió de la parte de atrás de la clase; un hoyuelo se hundió en la mejilla del chico cuando me dio un asentimiento de aprobación.

—Es sólo el primer día de regreso, no te dejes llevar por la suerte. Harry tu también deberías prestar atención.

Advirtió antes de darse la vuelta y reiniciar el clip, para mala suerte de la clase. Sonreí con suficiencia para mí misma mientras miraba al chico de aura oscura que ahora tenía un nombre.

Harry

Me devolvió la sonrisa, los dientes blancos capturaron la luz que tenía la habitación en penumbra.

—No lo entiendo— de repente se quejó con exagerada frustración.

—¿El que no entiendes, Harry?— el hombre canoso resopló, cruzando los brazos.

—Cómo sigues vivo— la clase se quedó en silencio y unos segundos después estallaron en carcajadas, el profesor parecía desconcertado. Nos miró a los dos con los ojos entrecerrados y estaba segura de que, si era humanamente posible, saldría vapor de sus oídos.

—¡Fuera!— gritó, apuntando a la puerta mientras temblaba de ira— ¡Tú y Anya salgan de mi salón!

Recogí mis cosas, miré a Harry y salimos de la clase, ambos temblábamos de risa; el rizado me empujó contra un casillero y me apoyo contra el para que nos calmáramos.

—Eres un idiota— me reí, volviéndome para mirarlo.

—Lo sé. Vamos— asomó la cabeza por un pasillo que estaba abandonado de casilleros.

—¿A dónde?— me agarró del brazo, jalándome con él mientras cogía una velocidad que yo correspondí. El hecho de que él no sabía a dónde iba fue evidente cuando pasamos las clases y los grupos de casilleros y el se veía desconcertado buscando algún lugar vacío.

—¿Te acabas de mudar aquí?— le pregunté a la vez que corríamos.

—No— miró hacia adelante y habló nuevamente— me transfirieron de otra escuela.

—¿Por qué?

—Me follé a una profesora— las palabras se deslizaron de su boca sin esfuerzo, tragué saliva, sacudida por su tranquila respuesta— Sobre su escritorio.

Pronto nos detuvimos, Harry leyó una pequeña etiqueta en la puerta antes de girar la manija y entrar a una sala de práctica musical. Me sonrió tímidamente cuando entramos en una habitación insonorizada con una batería, un piano y una pequeña mesa cubierta con papeles.

Cerró la puerta antes de buscar en su bolso y sacar un cigarrillo. Lo colocó entre sus labios.

—¿Fumas?— preguntó, se movía en la sala y me hablaba a la vez.

—Algunas veces— dije, colocando mi pie en el aire mientras apoyaba mi espalda contra un banco. Asintió, frunció el ceño y ahuecó las manos alrededor del extremo del cigarro a la vez que lo encendía. Inhaló profundamente, ladeando el cuello hacia atrás y dejando salir humo de su boca. Se recostó en el banco a mi lado y nos quedamos un rato viendo el techo.

Me tendió la mano, ofreciéndome el cigarrillo, lo acepte y lo coloque entre mis labios. Harry me miraba fijamente, dando pequeños empujones a mi pie con el suyo. Lo miré, sus ojos estaban lujuriosos y con las pupilas dilatadas; mi mirada sostuvo la suya mientras él sacaba el humo de su boca y apagaba el cigarro en la pared para después presionar su boca con la mía de una vez por todas.

Agarré su cuello y me puso de pie, presionándome contra la pared. Sabía a menta y humo, una combinación tóxica que me gustaba, cuando su lengua pasó por mi labio inferior, abrí la boca, permitiéndole entrar.

Me quitó el abrigo y yo hice lo mismo con el suyo, nuestras bocas estaban tan pegadas a la del otro. Su cadera descansó junto a las mía y ambos gemimos por el contacto, tiré de su cabello en desesperación.

—Mierda— jadeó a la vez que alcanzaba mis bragas y las tiraba por mis muslos, la pollera no nos molestaba. Puso sus dedos en mi centro, frotando lentamente sin dejar de besar y morder mi cuello.

—Harry— jadeé, agarrando su hombro.

La diversión empezó cuando me tomo de los muslos y me llevo hasta una mesa de madera en el medio del salón, apoyándome en ella.

—Inclínate— susurró en mi oído, haciendo que mi cuerpo se estremeciera antes de obedecer. Mi estómago descansó sobre los papeles, me apoyé ligeramente sobre mis codos, mirando hacia atrás para ver a Harry sacaba un condón de un paquete y tocándose a sí mismo disminuyendo la velocidad antes de rodar por el látex y moverse hacia mí.

Se paró detrás, colocando una mano en mi trasero mientras se acariciaba y le daba golpes a mi entrada con la punta.

—Estás tan jodidamente mojada para mí— gimió, respirando con dificultad, segundos después se alineó, agarrando mis caderas, deslizándose lentamente.

—Oh, Dios— me retorcí, apretando los puños, él ya comenzaba a mover las caderas a un ritmo rápido. Mi estómago ya se estaba encogiendo, Harry gruñó por encima de mí.

—Eres tan apretada, un jodido pedazo del paraíso.

De repente se oyeron pasos rápidos junto a la puerta; el leve chasquido de los zapatos sobre el piso blanco. Harry no se detuvo, aceleró, inclinándose y mordiendo mi cuello, empujando mi cabello hacia un lado.

—Joder, bebé— gritó minutos después, mi cuerpo comenzó a temblar, ya no podía prolongar mi orgasmo. Grité, Harry se hundió mas profundo en mí, apretando mis caderas mientras ambos nos veníamos— Anya— respiró, saliendo lentamente.

Se apartó de mí, sonriendo con cansancio y echando hacia atrás sus sudorosos rizos.

—Creo que voy a empezar a disfrutar bastante de la Química— susurró en mi oído mientras sonreía— Supongo que te veré en la lección de mañana.

𝘩𝘴 • 𝘪𝘮𝘢𝘨𝘪𝘯𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora