Capítulo 21.

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Capítulo editado.

~•~•~•~

Tras prepararme como siempre hacía cada mañana, bajé las escaleras y salí de casa en completo silencio, sin ningún tipo de ánimo. Habían pasado un par de días desde que Rodrigo había descubierto el cambio que mis ojos producían, y a pesar de que había conseguido que no se fuera de casa hasta que todo el asunto del dinero se resolviera, era como si no estuviera realmente, pues, o se encontraba metido en su habitación, o fuera de casa; pero siempre lejos de mí, evitándome. Verdaderamente, no sabía nada más que lo de los ojos, pero si con sólo eso había provocado su huída, si supiera sobre mi licantropía, creo que se cambiaría incluso de continente. Sabía que no debía de haber sabido nunca nada.

El día que ocurrió todo, a pesar de que no me quería cerca, me empeñé en llevarle al Hospital para que curaran sus heridas por lo menos. Pero me arrepentí, debí haberme ido cuando me lo dijo.

*Flashback*

En el momento que la doctora se marchó de la habitación para buscar un par de cosas que necesitaba, me acerqué a la camilla en donde él se encontraba. No le ingresarían, pero sí curarían las heridas que tiene y le dejarían un rato reposando, por si sufría algún tipo de mareo. Sus brazos cruzados indicaban lo cuán a la defensiva se encontraba, mientras a pesar de que sabía que por su rabillo podía verme, sus ojos siguieron clavados en la ventana en frente de él. Su corazón se aceleró de sobre manera cuando rocé su pierna, pues se encontraba sentado, pero su rostro se mantuvo sin expresión alguna.

Tragué duramente saliva, en un intento de hacer desaparecer el nudo que se había formado en mi garganta que parecía asfixiarme de sobre manera.

- Puedo explicártelo, si me escuchases.- Susurré con la voz entrecortada.

- No quiero oír nada. No ahora, Daniela.- Me miró fríamente, con su entrecejo fruncido.- Tus ojos no eran humanos... No sé que eres, pero no quiero que te acerques a mí.

- Escúchame, así podrás entender que...

- Necesito que te marches.- Me cortó.- No quiero hablar con un demonio, o con algún tipo de monstruo.

Mi labio tembló, sintiendo mis ojos aguarse al momento. Sabía lo que le había ocurrido a su madre con un íncubo, a pesar de que él era pequeño y no sabía a ciencia cierta que realmente era un demonio lo que había asesinado a su madre, pero sí sabía que no era humano, por sus ojos negros. Pero eso no le daba derecho alguno a soltar tales barbaridades, más cuando sabe cómo soy.

- No soy un demonio, ni un monstruo.- Me defendí, ahogando un entristecido sollozo.- No seas así conmigo, no estás siendo justo.

- Joder Daniela, entiéndeme.- Pidió, en un suspiro frustrado.

- ¡Entiéndeme tú a mí, Rodrigo!- Solté, con las lágrimas rebasándose por todo mi rostro.- Sabes que no soy alguien malo, porque si no te habría hundido más en la mierda en la que estabas metido. Pero te ayudé, te acogí, y te escuché todo lo necesario, entendiéndote.- Le dije, explotando.- Sabes que no tienes razón alguna, pero te estás comportando como un completo cabrón.- Terminé, con la voz rota.

Sus ojos, antes en los míos, se clavaron de nuevo en la ventana, mientras tragaba saliva y silenciaba, como el cobarde que era. Vi sus ojos cristalizarse, sin embargo.

Me cubrí los ojos, con el corazón hecho pedazos y me di media vuelta, siendo en esta ocasión yo quien le dejó allí, completamente solo; sintiendo en cuán poco tiempo le había perdido.

*Fin del Flashback*

Esa noche la pasé con mi hermano, desahogándome sobre su regazo y contándole todo entre amargas lágrimas que me nublaban sin cesar. Sin embargo, cuando salió el Sol nos reunimos con la manada y por primera vez, comenzamos finalmente a entrenar. Tenía presente que todos sabían lo que había pasado aunque yo no les hubiera contado nada, pero no me importaba mientras que no hablaran del tema. Así me mantuve por todo el día y el siguiente, con la manada, entrenando, recorriendo el bosque con ellos y cuidando a Coco, obviamente. Pero siempre ocupada con algo, queriendo mantenerme lo suficientemente ocupada para no tener que pensar más sobre el tema, para no derrumbarme de nuevo. Todo lo que le compré a mi pequeño cachorro, lo coloqué en mi habitación; él sería el único al que dejaría que se quedara conmigo cuando yo sólo quisiera estar en soledad. En el momento que cumpliera mes y medio, le desparasitaría y le pondría la primera vacuna, la segunda ya sería a partir de los dos meses, y de ahí, simplemente tendría que seguir las pautas de vacunaciones. Ciertamente, aún no sabía de qué raza se trataba, pues era demasiado pronto para saberlo, pero me daba la impresión de que llegará a tener un tamaño grande.

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