Capítulo 22.

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Tendría que haber subido esta historia completa ya, pero Wattpad no parece dar su brazo a torcer, así que lo siento por haceros esperar.

Capítulo editado.

~•~•~•~

Tras pasar una entretenida tarde charlando con Tudol, despejándome por completo y riendo sin cesar, regresé a hurtadillas a mi hogar. Me adentré a mi habitación por la ventana, sin querer llamar la atención de nadie que pudiera estar rondando por la casa. Era de noche, por lo que el silencio reinaba en cada rincón, dificultándome el deber ir en completo sigilo.

Se acercaba la hora de la pelea, la hora de conseguir el dinero. Cambié mi vestimenta por una ajustada y de deporte, completamente de negro para camuflarme entre la oscuridad con más facilidad; me realicé una apretada coleta, cubriendo mis puños con unos guantes especiales. Miré la puerta de mi habitación, agudizando mi oído. Por lo que parecía, estaban viendo la televisión en el salón, por lo que con más alivio, volví a saltar por la ventana, quedando de cuclillas sin causar el menor ruido o estruendo. Enorgullecida de que con los pocos entrenamientos que llevaba, estuviera mejorando con tanta rapidez, avancé alrededor de la casa para salir por la gran puerta de hierro de la entrada; sin embargo, un cuerpo se postró ante mí, haciendo que tragara saliva con pesadez. Él era mucho más sigiloso que yo.

- ¿Dónde vas?

Intenté pensar en una excusa astuta e inteligente.

- A pasear con Coco.

- Ya...- Alzó una ceja, mirando a mi alrededor.- ¿Pasear un perro de una escasa semana de vida? ¿Y... sin el susodicho cachorro?

Apreté los labios, queriendo golpearme la cabeza contra un maldito muro. Lo de improvisar no era mi fuerte, eso lo tenía claro.

- Todo tiene una lógica y clara explicación.- Solté, como un torbellino.

- No lo tiene, porque esa pelea no tiene lógica alguna.- Me gruñó, frunciendo por completo sus cejas.

Resoplé con frustración, realmente odiaba no poder controlar lo que pensaba, y como consecuencia, que Hugo se enterara de cosas que tendría por qué saber en absoluto. Como es en éste caso.

- Sí la tiene, Hugo.- Dije, firme.

Entonces, sentí perder el color de mi piel al darme cuenta que si había sabido esto, ¿Sabría también sobre los acercamientos que iban más allá de una simple amistad, entre Rodrigo y yo? ¿Y la amenaza a la que tenían sometido al tatuado? Habría dicho algo al respecto, pero si acaso lo sabía realmente, no entendía a qué esperaba para soltarlo.

Sus celestes ojos se entrecerraron, sin perderme de vista.

- ¿Qué más ocultas?

- Nada.-Contesté, demasiado deprisa como para que fuera creíble.

Sentí una presión en mi cabeza, dándome cuenta de que mi hermano estaba intentando averiguar lo que surcaba por mi mente, pero era como si no pudiera, algo que me extrañó y alivió al mismo tiempo.

- Necesito ir, Hugo.- Le dije con suavidad, acercándome a él.- Sólo en esta ocasión, de verdad.

Su ceño siguió fruncido, enfadado, pero lleno de preocupación.

- ¿Por qué?

Respiré profundamente.- Son humanos, no me ocurrirá nada.- Me encogí de hombros, esquivando su pregunta.- Alguien siempre me enseñó a patear traseros como es debido.- Murmuré, sonriéndole. Hugo revoleó los ojos, sabiendo que me refería a él.

- No seas pelota.- Miró a otro lado.- Bueno, sigue un poco más.- Chasqueó la lengua.- Dime lo sensual que estoy.

Solté una ruidosa carcajada.

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