Capítulo 44.

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Capítulo editado.

·······

Había amanecido gris, húmedo, menos cálido que estos días de atrás, a pesar de que el tiempo ya había ido haciendo notar la bajada de temperatura. Llevaba, además, toda la noche tronando con una incesante pero escasa lluvia, de esa que parecía no hacía nada y luego era con la que más calada terminabas. No parecía un día alegre para alguien que cumplía años, más cuando había comenzado hacía poco el Otoño. Como hoy no iba a haber entrenamiento de ninguna clase para ninguno de los nuestros, por el día del que se trataba, Anna le había dado un encargo en específico para cada uno: Para uno la comida, para otro la tarta, para otro la decoración de la que yo no soy muy fan, para otro dar un largo paseo a Coco de quien ya me encargué antes de desayunar, para otro vigilar que no me pusiera a buscar regalos que faltasen por entregarme, y para los restantes dar un buen rodeo por el territorio para comprobar que todo se mantuviera en orden, a excepción de los gemelos, que habían llegado tan temprano a mi casa como habían tomado costumbre desde que eran los encargados de cubrirme a casi cada lugar a donde iba a ir sola.

- Estoy a dos semanas de comenzar en la Universidad de Huesca y no tengo departamento, mamá. Me dijiste que habías estado buscando para quitarme un poco de peso de encima mientras entrenaba, porque el piso que iba a compartir me agobiaría con aquel par de humanas con las que hablamos el otro día.

Antes de que mi madre respondiera, se limpió los grandes cristales de las gafas que utilizaba solamente para ciertas actividades, unas de titanio ovaladas que le quedaban la mar de bien, le hacían adquirir una mirada más profunda y serena; aunque siempre había tenido más nervio que mi padre. Era ella quien le incitaba a tener más brío a la hora de tener que reñirnos cuando hacíamos alguna trastada, siempre recriminándole lo blando que era con nosotros. Les das a los niños demasiados mimos y poca educación, decía siempre Anna. Aún por todo esto, en varios momentos de improvisto o de tranquilidad, nos regalaba todo el cariño que en una madre cabría esperar, como era normal.

- Esas chicas no te caían bien. Sólo tenía que ver lo refunfuñona que estabas con nada más escucharlas hablar.- Dijo, mirando el portátil.- Tengo dos fichados con precio de alquiler e instalaciones bastante bien, no muy lejos de tu uni. Sólo tenemos que ir a verlos en un rato libre que tengamos.

- Llama a los dueños y diles que el sábado vamos a mirarlos.- Pedí, sentándome sobre la encimera mientras ella comentaba algunas cosas sobre los barrios donde quedaban los departamentos.- Estuve buscando opiniones sobre los que han o continúan estudiando Zoología. Sabré sobrellevarlo, pero el Máster lo haré en otro lugar.

- ¿Dónde?

- Tal vez en Barcelona. Sus Universidades para una de las ramas de Biología son de las mejores, y Madrid me cae una hora más lejos.

Me llevé un chicle a la boca mientras me apoyaba en la mesa al lado de Anna, quien, con una ligera coleta alta, observaba concentrada la pantalla de aquel electrónico aparato que tanta luminosidad desprendía, provocando que sus ojos se vieran más claros, brillantes como la plata. Llevábamos desde el alba ocupándonos sobre el tema de mis estudios universitarios, y todo lo que ello conllevaba para el ciclo de mi vida, de mi entrenamiento, de mi control y de mi discreción. El primer año sería el más complicado, pero debía acostumbrarme si deseaba sacarme aquella carrera realmente. Le pasé su teléfono mientras apagaba finalmente el portátil, levantándose para llamar a las personas a las que le pertenecían los pisos, siendo tan convincente que ambas personas aceptaron y acordaron el encuentro para ese día por la mañana, tal y como queríamos. Aunque era el día antes de la batalla, entrenaría los días anteriores, pues ese quería pasarlo igualmente con uno de los pilares más importantes de mi vida; no sabía si iba a ser el último, así que lo aprovecharía como era debido. Anna me enseñó su puño con el dedo pulgar hacia arriba, así que yo me enderecé para disponerme, satisfecha, a salir hacia el jardín trasero, pero ella me detuvo con la mano poco antes de colgar la segunda llamada.

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