Capítulo 47.

2.2K 154 15
                                    

Último capítulo editado.

Más adelante, para ETERNA, la 2º parte, avisaré por aquí de cuándo comenzaré a subirla. (La portada y el prólogo están subidos ya)

Espero que os haya gustado tanto como a mí escribirla. ¡Muchas gracias! <3

········

Sentí la presencia de Max entrando en el cuarto de los libros, pero no le miré. Sabía para qué venía a buscarme: la batalla estaba cerca y teníamos que armar todo. Sin embargo, me permití unos minutos más. Cerré los párpados cuando las pequeñas patas de Mus escalaron mi rostro, haciéndome cosquillas cuando su cola acarició mi nariz. Al entreabrirlos y mover la cabeza, no tuvo tiempo de tener dónde sujetarse y cayó, sin abrir las alas porque mis palmas le acogieron al vuelo; él sabía que lo haría. Oí mi nombre. Solté al musgrifo sobre la cabeza del cachorro que, con la lengua afuera, intentó encontrar a su pequeño amigo con la mirada, aunque sólo le vio cuando el ser se paseó por la longitud de su hocico, picándosela suavemente a modo de juego. Yo les eché una cálida sonrisa, permitiendo que Coco subiera sus patas sobre mi abdomen y se tumbara sobre mi pecho. Había crecido tanto en tres meses que era tan largo como mis piernas. Oí mi nombre, de nuevo. Sobé delicadamente las caídas orejas de mi cachorro, triangulares y planas, después pasee mis yemas por todo su cuerpo, enterrando los dedos en su pelaje semilargo, grueso y tupido, de un color que se estaba comenzando a oscurecer, dejando ese paso blanquecino de antes a un tono canela claro.

- Daniela.- Era la tercera vez que me llamaban. Max se había acuclillado para vernos debajo de la gran mesa, casi como si supiera de mi intención por esconderme.

- Un minuto.- Supliqué, volviéndome hacia los pequeños ojos de Coco.

Tenía un ojo verde y otro almendrado, algo poco común en perros pastores como él. Le estrujé la cara como un peluche, dándome cuenta que no quería separarme de él aquel día; si no volvía, no sabría qué sería de él. Le di un beso entre los ojos, regalando entonces una caricia a Mus en la suavidad del plumaje tricolor de su pequeño pecho. Al salir de debajo de la mesa, fue cuando un gimoteo de protesta se oyó por parte del cachorro mientras enganchaba con sus dientecillos mi mano, consiguió que me quedara de rodillas frente a ellos.

- Tenéis que portaros bien.- Les ordené a ambos animales, que me observaban.- No quiero más preocupaciones. Suéltame... buen chico.

Atravesé la amplia habitación con mi compañero al lado, teniendo que cerrar con llave la habitación después de asegurar el cierre de la cristalera, para que ninguno de los dos pudiera ponerse en peligro al querer seguirme. El musculoso brazo de mi compañero se colgó de mis hombros, para acompañar mi angustia mientras aún estábamos en el pasillo del tercer piso.

- El perro no acepta comida de nadie más que de mí.- Murmuré, preocupada.- Sigue siendo un bebé, ¿qué hará si yo no estoy?

- Debes concentrarte en lo de hoy, si quieres volver.- Dijo Max, sincero.

Me llené el pecho de aire y asentí con seguridad, pero escondiendo tras mi espalda unas temblorosas manos que me delatarían. El silencio reinaba en la casa a comparación del barullo que había habido para comer, ya no quedaba nadie allí a excepción de nosotros así que tras asegurar que cada ventana, cada puerta y cualquier rendija por donde alguien pudiera entrar estuvieran cerradas, salimos con mochilas en mano. Nadie iba a volver a esta casa hasta el día siguiente, por lo que tenía que dejar a alguien de confianza que no fuera a ir a la batalla, una llave para que pudiera cuidar de mis dos tesoros en lo que yo regresaba. No había nadie más ideal que Tudol para aquel cargo. El joven sátiro no era una criatura preparada para luchar, menos sin haber recibido algún entrenamiento; habría sido una presa fácil para mi tío Erick y demás secuaces licántropos de los Darks.

GaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora