Capítulo 32.

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Foto multimedia de Maya y Jerry.

Capítulo editado.

~•~•~•~

- Daniela.

Giré mi cuello hacia el edificio abandonado al oír mi nombre como un murmullo del viento, recorriendo con mis ojos todos los árboles a nuestro alrededor, sin llegar a montar en la moto con Rodrigo. La mano de mi pareja se posó sobre mi hombro, sobresaltándome, pero al mirar su rostro confundido, sonreí tranquilizadoramente. Debían de haber sido imaginaciones mías. Sin embargo, cuando hice el intento de montar, volví a oírlo.

- Daniela...- Su gruesa voz era débil, como si estuviera llorado.

- ¿Papá?- Susurré a la nada.

- Pequeña,- Rodrigo sobó mi brazo, como si intentara hacerme razonar.- ¿Te ocurre algo?

Mis cristalizados ojos se vieron reflejados en sus pupilas provocando que frunciera el ceño pero al instante volví a observar el bosque, con su voz retumbando en mi mente de forma constante. Tenía que ir con él, quería verle, quería que su voz dejara de sonar tan triste y desesperada. Mi padre me necesitaba, y yo estaba para él. Me deshice del agarre de Rodrigo y salí corriendo hacia ningún lugar en específico porque lo único en lo que podía pensar en aquel momento era en encontrar a Mark y poder abrazarle. Los gritos de Rodrigo se disiparon a medida que más lejos me encontraba y más dentro estaba de la espesura verde. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero ya estaba atardeciendo. Tuve que dejar de correr para recuperar el aire, cada vez más desorientada y perdida a pesar de que conocía cada centímetro del bosque, en aquella ocasión mi mente estaba aturdida, o enloquecida.

- ¡Papá!

- Aquí estoy.- Murmuró a mi derecha. Al mirar, no había nadie.- ¿O por aquí?- Dijo su voz detrás de mí. Comencé a temblar, debilitada e inestable.- Mírame, Daniela, estoy aquí.

- No te veo.- Susurré.

Un aire helado revolvió mi cabello, tapándome los ojos por unos segundos. Me aparté los mechones que cubrían mi rostro, dándome media vuelta para estar frente a la dirección en la que venía el viento y seguí observando mi alrededor, clavando mis pupilas en una figura lejana a mi posición. Una silueta de hombre observándome en silencio. Tenía que ser mi padre. Con una enorme sonrisa en mis labios, avancé hacia él pero a cada paso que daba iba reduciendo la velocidad, con mi ceño cada vez más fruncido. Algo no cuadraba. Estando a tan sólo unos metros, me detuve sin apartar la mirada de aquel hombre que cada vez parecía menos Mark. Pegué un bote en mi mismo sitio cuando su cabeza se inclinó hacia un lado, de forma tenebrosa; sentía que ese hombre me conocía. Di unos pasos marcha atrás cuando él los dio hacia mí, con unos ojos tan tenebrosos y calculadores que mi nuca comenzaba a repartir por toda mi columna repetidos escalofríos.

- Dea interfice.

Una sobresalida raíz me hizo tropezar al quedar paralizada por sus extrañas palabras, haciéndome caer por una empinada ladera que golpeó mi cabeza y todo mi cuerpo en sí bruscamente sobre rocas, troncos serrados y zarzas. Me levanté de la tierra olvidando los dolores en mis músculos y las heridas causadas por la caída sólo por no perder de vista a aquel siniestro desconocido, pero no estaba por ninguna parte. No se había ido, pero parecía saber esconderse bastante bien. No lo pensé y cojeando, salí corriendo lo más rápido que pude queriendo alejarme de él y llegar a un lugar que lo sintiera más seguro. Cuando menos lo esperaba, encontré el sendero que conducía a mi casa, por lo que lo seguí hasta llegar a mi jardín. Allí me esperaba Rodrigo con el casco de la moto en mano, parecía que acababa de llegar igual que yo.

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