Capítulo 13.

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Capítulo editado.

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Su mirada seria nos observó por un momento, la cual al poco suavizó, comprensiva.

- Hugo tiene muchas heridas y con ello, la pérdida de una buena cantidad de sangre, pero se encuentra estable.

Solté el angustioso suspiro que no me permitía respirar con normalidad, llena ahora, de alivio. Tenía tantas ganas de verle, de disculparme mil veces con él por no haber estado en el momento de la pelea, ayudándole; porque todos sabemos que a pesar de ser sólo dos licántropos, al menos él habría salido mejor parado si yo hubiera estado a su lado para poder ayudarle; sabía que si hubiera sido así, habría dado todo porque a él no le hubiera pasado nada.

- ¿Puedo pasar a verlo?- Pregunté en un murmuro.

- Aún necesita descansar, dentro de dos horas le sacaremos de la sala de rehabilitación y lo subiremos al área restringida. Allí podrá pasar unos minutos.

Tragué saliva, asintiendo sin ninguna otra opción. Nos despedimos del doctor, quien se fue por donde vino, mientras nosotros decidimos ir a la cafetería que había en la planta baja, ya que teníamos bastante en claro que no nos iríamos a ningún lugar. En el ascensor, imaginé una de esas sonrisas que tantas veces me dedicaba al día, esas con tanta calidez que sólo él podía dedicarme de forma tan única; con ello, sonreí de la misma forma, de forma inevitable. Entonces me pregunté, si me llegara a faltar, ¿Quién me haría sonreír de aquella manera? Sabía que nadie podría. Él, simplemente, era parte de mí, de mi alma, de mi sangre y cuerpo. Y no podría llegar a existir ninguna otra persona por la quisiera dar mi vida por la suya, sin dudarlo un solo segundo.

En la cafetería, desayunamos tras haber esperado con nuestras bandejas y pedir lo que deseábamos. Permanecimos en una mesa que compartimos con otras personas, ya que el lugar estaba repleto, y charlamos de cosas triviales, sin mayor importancia. Rodrigo me entretenía con cualquier tipo de conversación y chistes malos que me hacían reír, todo eso, los detalles, se los agradecía a más no poder. Él sabía que si no, comenzaría a pensar demasiado en el asunto, y eso tampoco era precisamente bueno. Al subir nuevamente, esta vez a la planta que el doctor nos indicó, un olor que reconocería en cualquier lugar, llenó al completo mis fosas nasales. Mi pecho se infló y mi ceño se frunció, casi como un toro embravecido. No me podía creer que hubieran venido a verle, y yo cuando había estado, no.

Antes de llegar al pasillo de habitaciones, se tenía que pasar por el pasillo donde uno esperaba nueva información de alguien, o el momento indicado para visitar a un paciente. Por lo que por ahí es por donde pasamos, hasta que mis ojos se entrecerraron, indicando que mi nariz no se había equivocado.

Sus ojos como el humo se abrieron con asombro, y se levantó al instante, con una sonrisa llena de calidez en sus labios. Pero yo no cambié mi postura, por lo que su sonrisa de a poco desapareció, con tristeza.

No podía esperar un abrazo, cuando se había estado comportando así.

- Tenía tantas ganas de verte, hija.

Cuando hizo el intento de darme un abrazo, me aparté de Anna, dando un par de pasos hacia atrás. Miré por encima de su hombro, y mis ojos se clavaron en los de mi padre. Se me cristalizaron al verle al fin ahí, delante de mí; pero fruncí el ceño, era como si su olor fuera de otra persona, y su mirada azulada se encontraba fría, distante. Mi ceño se frunció aún más, cuando me percaté de la presencia de alguien más, una joven chica rubia escondida tras mi padre, mirándome con timidez.

Tragué saliva, sin entender nada.

- Pensé que aún no vendríais.- Hablé finalmente, mirando a mi madre.

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