Capítulo 23.

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Capítulo editado.

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El verde y el azul parecían querer unirse, sin que ninguno pudiéramos hacer nada por apartar la mirada el uno del otro, como si pudiéramos llegar hasta nuestras almas. Nuestros labios enrojecidos e hinchados siguieron rozándose, mientras recuperábamos la respiración, provocándonos peligrosamente.

- No te enfades con Hugo por contármelo.- Susurró sin separarse un solo milímetro, con la voz ronca.

- No podría enfadarme, sus palabras te hicieron reaccionar.- Le contesté.- Gracias a él no te perdí.

- No me habrías perdido de todas maneras.- Miré sus ojos sinceros.- No puedo vivir sin ti, ya lo sabes de otras veces que me dan esas revoladas de imbécil.

Me separé un poco de sus labios, haciendo que él hiciera un sonido con la garganta como berrinche.

- Esto era distinto, -Dije con seriedad.- Es distinto.- Acentué.

- Lo sé... pero no podría alejarme de la única persona a la que le importo, y me importa.- Dijo.- Soy un desastre, no sé qué ocurre conmigo, pero nunca quise hacerte sentir mal.

Acaricié su nuca y su cabello con aquel par de tirabuzones que caían por su frente, provocando que sus tensos músculos se relajaran; le sonreí de forma tranquilizadora.

- El desastre más hermoso que podía aparecer en mi vida.

Sus mejillas cogieron un tierno color carmín que en escasas ocasiones se presentaban con aquella intensidad, haciéndome reír por lo adorable que se veía en aquel momento. El rodó los ojos con diversión, riéndose con vergüenza y besándome de nuevo, queriendo hacerme silenciar, consiguiéndolo; solté un agudo gritillo al sentir sus manos posarse en mi trasero para alzarme al aire y obligarme a enredar mis piernas en su cintura, mientras él caminaba hacia algún lugar anónimo para mí, pues realmente sólo podía centrarme en sus labios húmedos y en la suavidad de su cálida piel. Dejé soltar un largo suspiro cuando sus brazos dejaron caer mi cuerpo con delicadeza sobre un colchón de finas sábanas, las mías. ¿Cuándo habíamos llegado a mi habitación?

Miré a mi alrededor, Coco estaba durmiendo en una de mis almohadas, camuflándose en ella por su color y que su pequeño hocico negro fuera lo que resaltase; pero lejos de nosotros, dejándome tranquila de que pudiéramos aplastarlo o hacerle daño sin querer. Encogí mi cuello con la piel erizada, al sentir una lengua recorriéndola, miré a Rodrigo sintiendo cómo un extraño calor se apoderaba de mi cuerpo, mientras él mantenía colocados estratégicamente sus brazos a los costados de mi cabeza para impedir que su cuerpo cayera sobre mí. Sus intensos iris me observaron detenidamente, hasta que yo misma despegué mi cabeza del colchón para alcanzar sus labios, aceleré el beso al sentir cómo pasaba un escalofrío por su cuerpo, y no pude evitar enredar mis piernas en su cintura de nuevo, provocando que su cuerpo se pegara al mío como tanto estaba deseando.

- Daniela.- Susurró.

Arquee mi espalda al sentir de nuevo aquel calor recorrer mi cuerpo, cada vez más intensidad, como consecuencia su cuerpo se estremeció y su entrepierna se hizo notar; solté un suspiro cerca de su cuello, para luego darle pequeños besos ahí mismo. Sus manos, temblorosas, recorrieron con suavidad la piel de mi espalda por debajo de la camiseta, pero que por ello, se subiera más de lo debido y mis bragas quedaran a la vista. Mis sentidos, que a pesar de que mi mente se encontrara nublada en aquel momento, percibieron lo que era el ruido de unas llaves abriendo la puerta principal de casa, y al reconocer los latidos de Hugo llegando a mis oídos, reaccioné al instante. Coloqué las manos en el pecho de Rodrigo, separándole de mí, provocando que me mirase con completa confusión.

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