Capítulo 26.

3.3K 224 3
                                    

Capítulo editado.

~•~•~•~

Abracé su cuerpo a pesar de lo enfurecido que se encontraba, llevándome como resultado un golpe en mi estómago, el cual me merecía, pero que no hizo que le soltara. Al paso de los minutos, comenzó a calmarse de a poco, mientras yo le abrazaba firmemente, con repleta ternura. Cuando mi mente dejó de escuchar la de multitud de insultos y maldiciones del latino, y el latir de su corazón se normalizó, acaricié su corto cabello oscuro.

- Perdóname.

- Me hiciste daño.- Volvió a gruñir.

- No quería, sabes que no sería capaz.- Suspiré, alejándome un poco para mirarle la herida del cuello, estaba hinchada, pero no sangraba como antes, por lo menos.- No entiendo qué me ha ocurrido...

- Dejaste que tu lado animal te dominara.- Habló Max, mirándonos con preocupación.

- Te advertí que si no eras capaz de controlar tus instintos me...

Corté el regaño de Hugo.

- Lo sé, pero siempre he conseguido controlarme, de cierta forma.- Dije, mirándolos a todos. Acabé por agachar mi cabeza, decepcionada de mí misma.- No quiero volver a luchar.

- No puedes dejarlo de lado, Dani.- Pidió mi prima, posando suavemente su mano sobre mi hombro.- Entrenando es como mejorarás, igual que todos nosotros.

Inspiré profundamente, guardándome un entristecido gemido, levantándome del suelo. No quería volver hacer daño a nadie, mucho menos a los de mi propia manada; me había convertido por un momento en el monstruo al que todo ser viviente teme, contradiciendo todas las defensas que yo siempre adjuntaba sobre los de mi especie en que éramos cuidadosos y no actuábamos de forma agresiva cuando no había motivo para ello. Sin embargo, los había defraudado a todos, pero sobretodo, me había defraudado a mí misma. Me acongojé, volviendo a mirar a Marcos, quien sufrió por un error que yo cometí; mientras mis ojos se aguaban de nuevo, sintiéndome completamente culpable de que la sangre que había derramada por su piel, el césped y mi boca, la hubiera provocado yo. Entonces, unos fuertes brazos llenos de tinta negra me apegaron a un cálido cuerpo, acunándome en su pecho con un abrazo que tanto estaba necesitando, calmando de forma mínima la presión que sentía en mí.

- No eres un monstruo.- Susurró con dulzura.- Ninguno lo sois.

Abracé el cuerpo de Rodrigo con más fuerza, sintiéndome agradecida por sus palabras, que, a pesar de todo el desastre que había cometido en unos pocos segundos, hicieron que me tranquilizara. Los demás miraron al tatuado con agradecimiento hecho silencio, pero el cual se podía notar a través de sus cálidas miradas hacia el muchacho humano, ese del que yo estaba impregnada.

- Tiene razón, ninguno lo somos.- Dijo mi hermano, con voz serena.- El entrenamiento duro y la disciplina, nos hará licántropos admirables y determinados; así, nos sentiremos orgullosos y seremos respetados tal y como nos merecemos.- Me miró, suavizando su mirada.- El dolor de hoy, mañana será nuestra fuerza.

Desplacé mi mirada de él a todos los demás, mirando a todas esas personas que tan importantes se habían vuelto para mí, a las que tanto quería. Cuando me di cuenta de que Marcos estaba caminando hacia mí, le miré con mis arrepentidos ojos, pero éstos se agrandaron al recibir de su parte, en lugar de rechazo o algún tipo de ataque tanto verbal como físico, me regaló un tierno abrazo con el brazo que tenía sano. Me sentí afortunada y feliz, soltando en su hombro un sollozo, con una mezcla de alegría y tristeza que no supe explicar. Tenerles a todos ellos como manada, prácticamente familia, me hacía sentir como si fueran una bendición.

GaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora