Capítulo 3.

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Foto multimedia de Hugo.

Capítulo editado.

~•~•~•~

Arrugué mi nariz cuando un ruido consiguió despertarme. Pero sentía los ojos cansados, había dormido muy poco. Hundí mi rostro en la almohada, alguien había abierto la ventana y la luz me había dejado medio ciega por un momento. La risa de mi hermano resonó en la habitación, haciendo que yo solo soltase un gruñido. Quería dormir. Mi cuerpo comenzó a relajarse y mis ojos me pedían mantenerlos cerrados, comenzando a dormirme nuevamente.

- ¡Ouh!- Abrí mis ojos de golpe y sentí que el aire faltaba en mis pulmones.

Hugo se había dejado caer encima de mí, aplastándome completamente.

- ¡Arriba! Tienes que disfrutar del caluroso día, enana.

Le solté maldiciones por doquier desde mi mente, mientras intentaba apartarle de encima sin ningún éxito.

- Me estás asfixiando, culo gordo.- Me quejé con voz ronca por acabar de despertar.

Su carcajada volvió a resonar de entre sus labios, quitándose finalmente para sentarse a mi lado. Le fulminé con la mirada, ya había conseguido quitarme el sueño que me había costado coger en la noche.

- Te recuerdo que tenemos que hablar.- Dijo alzando las cejas.- Y si quieres, al mediodía vamos a una pizzería.

Me relamí los labios.- ¿Qué si quiero? Eso no se duda.

Ambos reímos.

- Entonces prepárate. En una hora paso a buscarte.

Recibí gustosa un beso de su parte en la mejilla, para que después saliera de la habitación. Como matutinamente, me estiré soltando un gran bostezo y me levanté directa a darme una ducha; cuando la tibia agua cayó sobre mí, el recuerdo de lo que ocurrió ayer en el bosque pasó por mi mente de forma inconsciente. ¿Qué era lo que quería exactamente de mí aquel lobo? Si es que era un lobo... Ahora que tenía la mente más fría, me daba cuenta que desde que estaba corriendo, él me había estado siguiendo, observando a lo lejos. Pero yo en ese momento no le di importancia alguna, hasta que oscureció y ocurrió todo lo demás. Aquellos gruñidos a nuestro alrededor, sus ojos azules mirándome, él sobre mí para... ¿Protegerme? ¿Por qué me protegería? ¿De qué? Algo que tampoco entendía, era como podía llegar a ser aquel animal tan grande. No le encontraba ni explicación ni lógica alguna.

Al salir de la ducha, tuve que apoyarme en el lavamanos, me sentía ciertamente mareada. Con un lateral de mi mano derecha quité el vapor del cristal, observándome. Estaba pálida.

Tal vez todo había sido producto de mi imaginación... tal vez.

Cuando conseguí tranquilizarme, me sequé el cabello y me vestí. Bajé a la cocina y desayuné tranquilamente. Volví al baño, me hice un moño dejando que algunos cabellos rubios cayesen alrededor de mi rostro y suspiré, sin saber qué más hacer por el resto de la media hora que quedaba. En eso, el timbre sonó, haciendo que fuera para ver quién era a tan tempranas horas de la mañana.

Sonreí como una idiota al ver sus chispeantes ojos verdes.

- ¿Me extrañabas?- Me preguntó con gracia.

Le abracé por el cuello.- Mucho.- Me hice a un lado, para que pudiera adentrarse a casa, cerrando la puerta detrás de mí y acomodándonos en el sofá.- Pero tú a mí no, por lo que veo.

Sus ojos verdosos se abrieron por demás y sonrió con gracia.

- Si no te echase de menos, no estaría aquí.- Dijo de forma obvia.

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